Una jungla de muros
En La Frontera que vino del Norte el doctor Carlos González Herrera destaca la importancia de Frederick Jackson Turner, historiador estadounidense que en 1893 publicó El significado de la Frontera en la Historia Americana, ensayo clave en el diseño simbólico de la frontera que separa Los Estados Unidos con México que fortalece la noción de destino manifiesto de la patria de Lincoln y Obama, como “parte de su proceso de autoafirmación como nación-imperio”. El border no se circunscribe a simple límite territorial entre dos soberanías sino que se erige en línea que separa a los civilizados de los bárbaros, a los que conquistan de quiénes deben resignarse a ello. Bajo esta inteligencia, se altera la máxima de Tucídides, dando lugar a un nuevo principio, por el cual los fuertes hacen lo que deben y los débiles sobreviven como pueden.
Una multimillonaria cantidad de interacciones se suscitan, año a año, entre los ciudadanos que residen en las regiones fronterizas de las geografías más prósperas de la Tierra y los que provienen de estados incapaces de aportarles lo imprescindible para desarrollar una existencia con mínimos de dignidad. Estas interacciones se extienden y multiplican en el interior de los países receptores, forjando nuevas fronteras internas, que maximizan las chances de conflicto cuando asumen la forma de competencias por puestos de trabajo o recursos públicos entre habitantes nacionales y foráneos.
Las salas de un centro sanitario público en el que un británico compite con un paquistaní, o un francés con un afgano, por atención médica, configuran esas novedosas fronteras, que dan vida a nuevos intercambios entre unos y otros.
Hrishikesh Joshi, investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad de Princeton, denuncia la incoherencia moral en que incurren aquellos que se escandalizan por las propuestas para levantar muros divisorios y nada dicen de los condicionamientos y requisitos burocráticos que impiden a las gentes más afligidas del planeta encontrar refugio en las naciones del primer mundo. Para Joshi no hay diferencia moral entre un muro y el pedido de visa al extranjero: “La razón por la cual los pobres del mundo no migran a los países desarrollados está constituida por las políticas de visa y las medidas de seguridad de puertos y aeropuertos, muros invisibles, por así decirlo…”.
El desalojo del campo de inmigrantes de Calais, iniciado esta semana por las autoridades francesas, desde un primer momento connota la deferencia despectiva de los sujetos movilizados. Son trasladados desde “La Jungla”. La operación de desmantelamiento y de distribución de más de 6.000 personas a distintos puntos del territorio galo es supervisada por una ingeniería burocrática compuesta por cientos de policías, gendarmes y fuerzas antidisturbios. Las autoridades francesas procuran que se visibilice la potencia securitaria-civilizadora de sus tecnologías de poder, cuya superioridad imperial se manifiesta en la docilidad con que los refugiados son dirigidos y decididos en su destino.
El gobierno socialista sabe que este tipo de exposiciones no aportará solución definitiva alguna, pero que pueden servir para comunicar orden y control.
De persistir este tipo de respuestas, los dilemas que afectaron a la alcaldesa de Calais embargarán a otros jefes de gobierno, que deberán definir con qué materiales y burocracias construirán los muros que buena parte de sus representados les reclamarán.
Una versión de este artículo fue publicada por Europa Press y por la agencia de noticias El Día.