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Filosofía china e inserción internacional

Por Fredes L. Castro

Julio de 2016

Una civilización milenaria difícilmente sea comprendida si se toman en cuenta informaciones circunscriptas a la coyuntura o inspiradas en eventos producidos en las últimas décadas. Es imperativo indagar sobre los saberes que componen la filosofía china, su entrelazamiento y evolución histórica, y evaluar su incidencia en la estructuración de sus políticas exteriores, en particular en un orden global caracterizado por el fin de la bipolaridad y el consecuente estado de incertidumbre, inestabilidad y fragmentación.

Filosofía de la religión

 

Feng Youlan afirma: “Los chinos toman filosóficamente incluso su religión”. Feng explica que por esta concepción el taoísmo en su manifestación religiosa asume un temperamento entre cosmogónico y científico. Wolfang Bauer, por su parte, considera que lo extrahumano es una temática presente en la filosofía china, e inscribe la materia religiosa o mítica en las corrientes taoístas como asuntos no humanos o no-únicamente humanos, “de la naturaleza intacta y de las fuerzas motrices subyacentes a ella”.

En cualquier caso, la religión no se compone por reglas dogmáticas, mitos que reclaman creencia y adhesión irracionales, mucho menos por propuestas consagratorias de verdades últimas e indiscutibles que deben ser aceptadas o impuestas para evitar la perdición eterna del alma. Una concepción filosófica de la religión aleja la posibilidad de tener que tomar partido en una disputa geopolítica conmovida por el dato religioso. No hay incentivos en los gobiernos chinos para asumir un posicionamiento de este tipo, por no existir demanda interna relevante en tal sentido.

Pero tal vez la mayor ventaja resida en el hecho de no ser China terreno propicio para que interesados foráneos intenten implantar algunos de los extremos religiosos en conflicto. Los intentos por introducir contenciosos de este tipo concluirían en operaciones artificiales, de suyo incapaces de arraigar.

Lo expresado habilita a un mayor margen de maniobra en el ámbito internacional, habida cuenta de no ser afectadas las decisiones por pautas rígidas, o rivalidades o solidaridades derivadas de historias y alianzas nutridas por prejuicios y preceptos dogmáticos. La apreciación filosófica china de la religión los faculta además a incorporar diversos aspectos confesionales valorados positivamente, capacidad de absorción selectiva y controlada que se proyecta en otras áreas.

 

Filosofía del centro

 

El Laozi expresa: “La reversión es el movimiento del Tao”. En esta sentencia se resume el valor que las corrientes de pensamiento en China han dado a la agricultura, influencia que comparten tanto el taoísmo como el confucianismo. Tanto en la dimensión humana como en la natural el movimiento del Tao implica que cuando se llega a un extremo determinado necesariamente debe producirse la reversión al polo opuesto.

Una estrategia de inserción internacional de no reversión prefiere procesos que edifiquen relaciones de interdependencia y liderazgos compartidos, mucho más que la solitaria primacía global. Es coherente con una estrategia de no reversión el especial vínculo desarrollado con los Estados Unidos, que obliga a ambas partes a una competencia no destructiva, en un delicado juego de necesaria, si bien desconfiada, acción conjunta.

Las relaciones con los países que asoman como nuevos o renovados protagonistas de peso en la escena mundial, como Brasil, Sudáfrica, India y Rusia, también fortalecen una estrategia de no reversión, por recrear una plataforma amplia y representativa de naciones con cierto grado de liderazgo.

El objetivo es evitar la posibilidad de consagrarse como única gran potencia, apogeo que siguiendo la lógica movimientista del Tao anunciaría el punto de declinación y promoción a la insignificancia. Se sugiere en estas líneas la previsión de continuar siendo el Reino del Centro, en tanto Estado-civilización consciente de un poder que no debe tentar a sobre-estimular su energía social. El Libro de los Cambios enseña: “Cuando el sol ha llegado a su meridiano, declina; y cuando la luna ha llegado a su plenitud, comienza a menguar”.

Una filosofía del centro importa el reconocimiento del bagaje cultural de otras naciones o civilizaciones y se completa con la no postulación de una nueva utopía fundadora, al estilo de las que litigaban soviéticos y estadounidenses en tiempos de la Guerra Fría. En palabras de Feng Youlan, se trata de observar las cosas “desde el punto de vista del Tao (…) como en el centro del círculo. Comprende todo lo que ocurre en los movimientos del círculo, pero no toma parte en esos movimientos.” La estrategia de inserción de China no se dirige a ser la potencia primera, sino a ser la del centro del círculo.

Filosofía de la graduación y la mesura

El hecho de haber sido China un país compuesto esencialmente por campesinos impregnó a sus sistemas filosóficos y códigos éticos de cualidades propias de las existencias rurales. En este sentido, sirve rescatar al maestro Mencio, que narraba la historia del hijo tonto de un campesino, que esperando lograr un crecimiento más rápido del brote de la simiente tiró de ella hasta arrancarla del suelo.

El fenomenal crecimiento chino que transformó una sociedad rural en una urbano-industrial en apenas tres décadas convive con numerosas amenazas: colapso de las capacidades logísticas, sobreoferta industrial con potencial recesivo de impredecible magnitud, impacto medioambiental de una nocividad dramática, entre otras. Registremos que mientras a los ingleses les llevó setenta años multiplicar por cuatro su PBI, China lo multiplicó por diez en tan sólo veintiséis años.

En afinidad con una filosofía que advierte sobre el riesgo de romper con el equilibrio al no respetar la gradualidad de los ciclos, la apuesta china por un crecimiento basado en el consumo es congruente con la facilitación del desarrollo industrial de sus socios comerciales geográficamente más cercanos, beneficio al que acceden estos últimos al costo de internalizar las actividades industriales contaminantes que se retiran del gigante asiático. A su vez, la industrialización en estos países implica para sus habitantes salarios más elevados (en el caso de aquellos que poseían algún tipo de ingreso regular) transformándose en nuevos consumidores de productos chinos, lo que contribuye a menguar contingencias recesivas en la República Popular China.

El tipo de medidas que implementen las autoridades chinas para satisfacer las demandas internas guarda calificada correspondencia con estos tiempos de “irritación difusa” en los que abunda la perplejidad y la sorpresa de gobiernos de distintos continentes ante el descontento de sus poblaciones, que se movilizan reclamando cambios sin informar la dirección que deben tomar.

A efectos de evitar la importación o contagio de estas conmociones, la gradualidad china en las políticas impulsoras del consumo debe apelar, valga la redundancia, a la gradualidad y mesura que subsisten en el esquema de valores de una población que avanza en la adquisición de hábitos y deseos característicos de las comunidades urbanas. En caso de ser exitosos, cabe conjeturar la posibilidad de irradiar luego, desde un lugar hegemónico, sus cualidades: globalizar la mesura. O, en términos más criollos “parar la pelota”, para tomarse un respiro y organizar mejor los recursos para no acabar con la simiente en la tonta mano que precozmente arrancó un modesto brote.

Entre una filosofía de la totalidad y el peligro de una intransigencia disolvente

Puede afirmarse provisoriamente que existen elementos en la filosofía china que ayudan a comprender el carácter pragmático de las medidas adoptadas en sus políticas internacionales, y que permiten conjeturar el tono de las que pueden implementarse en ciertos escenarios o ante determinados desafíos.

La escasa inclinación al fervor religioso veda el apego a prácticas no racionales, a posicionamientos rígidos o la presentación de iniciativas coyunturales como verdaderas cruzadas.

La creencia en la reversión funciona como dispositivo des-motivante de una carrera competitiva internacional que persiga la solitaria suprimacía global. El objetivo en todo caso es el de fomentar una gobernanza con liderazgos y responsabilidades compartidas, que permitan la satisfacción de los intereses nacionales de China sin involucrarse, en la medida de lo posible, en la evolución y decisiones de las restantes naciones.

La graduación y mesura como cualidades inspiradoras del pensamiento y comportamiento aleccionan a la producción de programas gubernamentales realistas y sensatos, sumamente atentos, por un lado, a sus repercusiones globales como consecuencia del peso económico de China, y por otro, a los efectos de los vaivenes y humores internacionales que pueden afectar a su población, especialmente expuesta como consecuencia del formidable cambio que transita.

El totalismo que se imputó a la escuela budista Huayan ilustra el escenario más deseable: la asimilación de lo extraño, el anhelo de integrar todas las escuelas y los aportes conocidos, adoptando los pensamientos de los adversarios para crear otros nuevos.

El peor escenario puede verificarse en caso de sobrevenir un nacionalismo exacerbado, similar al que promovió el neoconfucianismo durante la dinastía Song, perseguidor de una intransigente búsqueda de lo verdaderamente chino, invirtiendo recursos y energías en un proceso imposible que si bien no necesariamente determinó el debilitamiento de la política exterior y la pérdida del imperio frente a los mongoles, con seguridad que aportó para su realización.

El desafío del Reino del Centro es anular la sentencia con que inicia la clásica novela china El Romance de los Tres Reinos: “El Imperio, largamente dividido, debe unirse; largamente unido, debe dividirse. Así ha sido siempre”.

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