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La Iglesia indispensable

Por Fredes L. Castro

Las visitas de Francisco a Cuba y Estados Unidos, así como los discursos y actividades realizados, revelan puntos en común con los papados de Pablo VI y su predecesor Juan XXIII. Pero trascendiendo todas estas figuras, se evidencia una coherente continuidad en la defensa y promoción de los intereses y valores de la Iglesia Católica, esta curiosa potencia global que no necesita de divisiones armadas para asegurar vigencia a su agenda.

Francisco llegó a los Estados Unidos,, 50 años después de la visita que hiciera Pablo VI a Nueva York. Pablo VI completó la parte final del Concilio Vaticano II, convocado, entre otros fines, para renovar la fe y vida cristianas y perfeccionar la relación con las restantes religiones. Fue el primer Papa en salir de tierra italiana en forma voluntaria (Pío VII ingresó a Francia como prisionero de Napoleón). Su impronta ecuménica se materializó con la peregrinación que hizo a Tierra Santa en 1964, en especial por la reunión que tuvo con Atenágoras I, Patriarca de Constantinopla y líder espiritual de los cristianos ortodoxos, que concluyó con la histórica declaración que canceló la excomunión pronunciada a raíz del Cisma de Oriente del año 1504.

El actual Pontífice manifestó el mismo anhelo en la Plaza de la Revolución de la Habana que en el Congreso norteamericano: la existencia de servicios des-ideologizados y líderes pragmáticos.

 

En Cuba expresó: "Nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas." Ante los representantes estadounidenses, advirtió que es buen líder aquél que teniendo en mente el interés de todas las partes, calibra la oportunidad con espíritu pragmático y amplitud de miras (o franqueza, si se prefiere otra traducción al término openness). En la homilía brindada en esa plaza, recordó a los cubanos el fútil debate con que Cristo sorprendió a sus seguidores, relativo a quién era el más importante, a lo cual el Mesías ofreció una respuesta tajante: el más importante es el último de todos, el que a todos sirve. En sintonía con esto, recordó a los congresistas que el buen liderazgo político no pasa por ocupar lugares, sino por iniciar procesos.

Pragmatismo, liderazgos francos y generosos, de tales elementos estima el Sumo Pontífice debe nutrirse el proceso de apertura y diálogo que comenzaron Raúl Castro y Obama, de cuya construcción no fue un actor ajeno el Santo Padre. Francisco quiere que la transición que atraviesa Cuba, de una mayor apertura hacia el resto del mundo y del resto del mundo hacia ella, no se detenga ni exagere su ritmo, como consecuencia de temores y deseos afincados en rigideces ideológicas o ambiciones comerciales. Acaso intuye el Jefe de la Iglesia que las libertades religiosas que reclaman los católicos cubanos pueden servir como excusa para acelerar un proceso susceptible de restaurar las miserias masivas y riquezas concentradas que caracterizaron a la Cuba de Batista.

El Papa ha demostrado a las dirigencias de ambos países que goza del respeto de sus máximas autoridades, como también de influencia sobre buena parte de las ciudadanías que representan. No sólo es un interlocutor válido, sino tal vez el único imprescindible. Al gobierno de los Castro le interesa sobremanera que una autoridad moral de orden global, cuya austeridad conmueve aún a las personas que no practican la fe católica, alerte sobre los excesos de un capitalismo descontrolado. A la contraparte norteamericana le importa reiterar la exitosa alianza que cultivaron con Juan Pablo II contra los soviéticos, esta vez contra otro contradictor comunista.

Un fantasma recorre las políticas exteriores de Norteamérica y el Vaticano: el fantasma del comunismo chino. El gigante asiático es el segundo socio comercial de Cuba, lugar de privilegio que tiene con otros países del continente americano, entre ellos Argentina. Pero a diferencia del resto, es posible que la fórmula de un capitalismo autoritario despierte particular simpatía en la parte más reacia a los cambios entre los mandos cubanos. China combina un capitalismo duro, de los que no agradan a Francisco, con un comunismo ateo que siempre fue repelido por la Iglesia que comanda el argentino. No hay católicos en el Politburó del PC Chino, en contraste el Congreso ante el cual dio su discurso el  Papa tiene casi un tercio de sus miembros católicos, el presidente de la Cámara de Representantes entre ellos, a los que se suman el vicepresidente Joe Biden y, en otro orden, seis de los nueve magistrados de la Corte Suprema estadounidense.

Es cierto que el discurso en el Capitolio agradó más a los demócratas, pero en rigor de verdad no fue tan perturbador para los republicanos (que tuvieron a seis católicos entre sus 15 candidatos para la presidencia, entre ellos Jeb Bush y el hijo de inmigrantes cubanos Marco Rubio). Los puntos más álgidos para los segundos fueron el cambio climático y la cuestión migratoria. A propósito de lo último, es de elemental interés para Francisco que se eliminen los obstáculos al ingreso de latinoamericanos a la potencia del norte, ya que representan el 38% de los católicos que allí habitan, y la declinación de fieles en los últimos años se explica en parte por el menor ingreso de mexicanos, que han sido remplazados del primer lugar por los oriundos de China (147 mil chinos contra 125 mil mexicanos en el 2013).

En definitiva, fue el muy conservador y republicano Ronald Reagan el que en 1984 habilitó las relaciones diplomáticas de su país con el Vaticano, cumpliendo con una vieja demanda de la Santa Sede. Por cierto, Estados Unidos es el cuarto país en cantidad de católicos del mundo, lo precede Filipinas, que cuenta con el mayor número de adherentes a esta religión en Asia, con más de 70 millones de fieles. Filipinas es, además, uno de los países más contestatarios a los intereses chinos en el Mar del Sur de China.

En su última y debatida obra, Ian Bremmer cuestiona la vigencia de Estados Unidos, como la "nación indispensable", calificativo muy empleado por los presidentes de turno, Obama inclusive, para destacar el rol que tienen como ordenadores globales. Bremmer afirma, entre otras cosas, que mucha gente alrededor del mundo no considera a su país como un líder que merece ser seguido, por ende quieren menos interferencia de su parte. Consecuente con su prédica, Francisco trabaja ecuménica y denodadamente para que no suceda lo mismo con la Iglesia que comanda, con el objeto de que merezca y obtenga un papel indispensable en el diseño y configuración del escenario internacional.

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"Mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites."

Táctica y estrategia  /  Mario Benedetti

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