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Imperios en transición (emergentes en alerta)

Por Fredes L. Castro

12 de Setiembre de 2016

El XIII Plan Quinquenal de la República Popular de China, aprobado en el mes de marzo de este año, busca duplicar el producto bruto interno y la renta per cápita de la población china en el 2020, en relación al año 2010. El Plan prevé cambios relevantes en orden a adecuar su economía a una “nueva normalidad” caracterizada por un crecimiento en torno del 6.5%. El Premier Li Keqiang admitió que su país se encuentra en una transición compleja, implementando reformas, en especial las que comprometen a las empresas estatales, que producirán pérdida de empleos, aunque no en forma masiva. “No habrá aterrizaje forzoso”, aseguró Li. El modelo que permitió al gigante asiático transformarse en la segunda economía mundial, basado en la exportación, la industria y la inversión intenta dar paso a otro, sustentado en los servicios y el consumo interno.

Karen Harris, directora de la Unidad de Tendencias Macro de la consultora Bain & Company, advierte que el 70% de los trabajadores chinos del sector servicios participa de negocios pequeños y poco productivos. Por lo tanto, una expansión de los servicios en desmedro de la industria anticipa una nivelación de los salarios hacia abajo y la consecuente caída en el consumo doméstico nacional.

 

Por su parte, Brad Setser, especialista del Centro Greenberg de Estudios Geoeconómicos, informa que las inversiones chinas se vinculan más a las importaciones del gigante asiático que a su consumo nacional. En el mes de abril de este año Setser afirmó: “En la medida que retrocedan las inversiones, habrá un claro impacto en las economías exportadoras de commodities de todo el mundo”. En julio, las importaciones chinas tuvieron su vigésima primera caída consecutiva, tendencia que recién se quebró en agosto.

Gao Xiqing, Profesor de la Universidad de Tsinghua, ex CEO del Banco Internacional de China y ex Presidente de la Corporación de Inversión China, ilustra sobre la extensión de los plazos burocráticos para aprobar y decidir inversiones chinas en el extranjero. Como consecuencia de la campaña anticorrupción llevada a cabo por Xi Jinping, funcionarios y departamentos estatales actúan con significativa pereza, cuando lo hacen, para no comprometerse con iniciativas que pueden comprender alguna irregularidad durante su proceso. Gao explica que si antes una decisión inversora demoraba uno o dos meses en ser aprobada, el promedio actual es de seis meses.

En Estados Unidos, la Presidenta de la Reserva Federal Janet L. Yelle ha reconocido una nueva normalidad americana, provocada por fuerzas que han llegado para quedarse un buen tiempo, como el envejecimiento demográfico y un crecimiento de baja productividad. Esta novedosa posición la ha acercado a su otrora contradictor Lawrence Summers, que desde hace tiempo subraya el estancamiento secular que afecta a la primera economía del mundo y a otros países industrializados. La Reserva Federal estima un crecimiento en torno al 2% en los próximos años.

En lo que hace a la composición del mercado laboral norteamericano el 94% de los puestos creados desde el año 2000 proviene de sectores con baja productividad y bajos salarios (construcción, pequeños comercios, bares y restaurantes) y de rubros que no admiten competencia (educación, sector público, finanzas). En el año 2000 estos sectores empleaban tan sólo al 36% de la fuerza de trabajo estadounidense. La intervención pública, los subsidios y la precarización laboral han sustituido a buena parte de la industria en la contratación de mano de obra. Este marco lleva al economista del Financial Times Matthew Klein a dividir el mercado de trabajo entre consumidores de impuestos y pagadores de impuestos, con tendencias decrecientes en los salarios de los primeros y en el número de los segundos. "Como esto siga así -indica Klein- llegará el momento en que corresponderá al último pagador de impuestos apagar la luz” de la casa americana.

Durante la última década, sin embargo, firmas digitales como Google, Uber y Airbnb han obtenido ganancias extraordinarias, verdaderamente desproporcionadas con las inversiones que les dieron vida, lo que permitió una fenomenal distribución de recursos entre sus accionistas, que invierten estos dineros en la compra de nuevas acciones, de firmas como las mencionadas, que no producen bienes tangibles ni contratan trabajadores (al punto que Uber y Airbnb rechazan ser empleadores de los propietarios de los hogares y automóviles utilizados en sus plataformas). Tesla y las fábricas que planifica levantar en suelo norteamericano configuran la excepción que confirma la regla.

Justo es decir, sin embargo, que la industria militar de Estados Unidos es la excepción histórica, con cientos de miles de hombres y mujeres que forman parte de los ejércitos, laboratorios, centros de salud, bases y plantas productoras distribuidos por todo el territorio nacional y geografías extranacionales. Indirectamente, benefician a otras miles de personas que trabajan en los comercios y prestaciones que sirven a todo ese personal. El presupuesto destinado a la corporación militar industrial y las agencias de seguridad de la gran potencia del norte constituye, tal vez, el secreto mejor guardado, relativo a la innovación y la lucha contra el desempleo en la patria de Lincoln.  

Los emergentes ¿son anormales?

Los decisores públicos de las economías emergentes deben tomar nota de los cambios estructurales que experimentan las economías centrales y sistémicos en el orden global.

Las dos principales economías del mundo atraviesan transiciones complejas, e inciertas en el corto y mediano plazo. Crecimientos bajos maximizan la posibilidad recesiva y la volatilidad de los muy sensibles mercados de capitales.

Sus mercados domésticos revelan tendencias decrecientes en el consumo de bienes y servicios, por lo que tienen sentido las políticas proteccionistas llevadas a cabo por sus gobiernos para priorizar las compras de productos nacionales.

La República Popular de China avanza como centro neurálgico de los circuitos económicos asiáticos, como principal diseñadora de sus rutas y eslabonamientos, con un rol fundamental de las empresas estatales que garantizan la primacía de su interés nacional.

Estados Unidos permanece como el gran innovador tecnológico mundial, con políticas y presupuestos de Defensa y Seguridad íntimamente vinculados con las innovaciones más disruptivas, con organismos públicos y firmas privadas que colaboran como garantes de su primacía en ese orden.

No parece aconsejable esperar demasiado de estos países como inversores globales, con impacto en las economías reales de los países emergentes. Se evidencia, por el contrario, una relocalización de las industrias en las naciones matrices y una preferencia –tan incipiente como sugerente- de sus inversores en producciones industriales que aplican tecnologías de frontera.

Es muy difícil hacer predicciones, en especial cuando se trata del futuro, pero es imperativo que las economías dependientes evalúen las señales y tendencias para diseñar los mejores programas que se adapten a los escenarios posibles, sin voluntarismos ideológicos ni romanticismos nostálgicos. A no ser que se juzguen partícipes de una feliz anormalidad.

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