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Columnistas

En La Nación Carlos Pagni propone un par de reflexiones acerca del impacto que tendría en Argentina un triunfo de Hillary o de Trump. Ofrece un par de disparadores interesantes (si EEUU se repliega económicamente de la región, ¿deberá Macri resignarse al solitario financiamiento chino? Si Washington rompe con Cuba, como lo prometió Trump, ¿cómo reaccionará nuestro gobierno?). Pero subrayo arbitrariamente el párrafo final de su columna: “Macri lidera un experimento que va en la dirección opuesta del proteccionismo que se expande por Europa y que en los Estados Unidos encarna Trump. Pablo Gerchunoff lo sintetiza de este modo: ‘El atractivo de Cambiemos para los demócratas es que se trata del único movimiento antipolítico, de todos los que surgieron en estos años, que no es a la vez antiglobalización’. Hoy se sabrá si ese idilio con la mayor potencia del mundo está destinado a continuar.

Observaciones

En primer término hay que enunciar un dato obvio: mientras mayor es la dependencia económica de un país con una potencia extranjera, menor es su margen de acción política para direccionar en forma distinta a la proyectada por la potencia financista. Gane Trump o Hillary, si la estabilidad económica argentina está supeditada a los recursos norteamericanos, necesario es acercarse a sus posiciones diplomáticas. Lo contrario sucede si el financiamiento externo es más diverso, cosa complicada en estos momentos por el proteccionismo que se expande en todas las economías centrales, muchas de las cuales padecen sus propios dilemas económicos como para poner plata fuera de sus fronteras.

El párrafo final de Pagni es curioso, destaca la sorpresa de los demócratas estadounidenses ante un país que ha optado por ir en contra de las tendencias globales. Es ciertamente llamativo. Pero merece una aclaración, porque Pagni/Gerchunoff parecen identificar lo antipolítico con lo antisistema. La nota distintiva en los escenarios políticos de los últimos tiempos en los países centrales de Occidente pasa por las ofertas antisistema (de derecha e izquierda), que son todas antiglobalización. Empresarios, deportistas, activistas de derechos humanos o ecológicos metidos en la disputa política -en suma outsiders- hay desde hace rato. Pero líderes y plataformas políticas que cuestionan los establishments existentes y las reglas económicas consensuadas desde la revolución conservadora que arrancó a mediados de los 70, y que obtienen adhesiones populares sumamente relevantes, son datos novedosos.

Cambiemos no forma parte de esta novedad. Por el contrario, si seguimos a Pagni, lo de Cambiemos ni siquiera es conservador, antes es restaurador, por militar con soledad heroica una reinstalación de las nociones que están siendo cuestionadas. En esa voluntad de Cambiemos está su épica.

Solo puede haber uno

En Ámbito Marcelo Falak escribe desde el Imperio y menciona especialmente el poder de daño de los terceros candidatos y los votantes “escondidos”: “Una pregunta clave es si hay un ‘voto vergonzante’ a favor del magnate que las encuestas no registran. Este enviado se encontró en varias conversaciones en las que el interlocutor aseguraba que irá hoy a votar pero se declaraba indeciso.”

Observaciones

Las encuestas favorecen a Hillary Clinton en sectores relevantes: inmigrantes (si bien muchos de ellos no cumplen con los requisitos para votar o simplemente no tienen el hábito o chance de hacerlo); afroamericanos (desde hace una década su participación no deja de crecer y en la reelección de Obama por primera vez su participación porcentual fue superior a la de los blancos); mujeres, en especial las mujeres blancas con título universitario (es importante, porque representan el colectivo con más alta participación electoral); y jóvenes.

Pero atención, por lo menos un 40% de los jóvenes que revelan simpatía por las posiciones progresistas evalúan votar a uno de los terceros en discordia, por otro lado no es seguro que los afroamericanos participen con la misma intensidad al no existir un candidato tan afín como fue Obama. Luego está el hecho, nada menor, de la participación de los trabajadores blancos, los que más padecieron la globalización y consecuente desindustrialización de Norteamérica. Es una incógnita si Trump logra que este colectivo participe de un modo tal como para imponerse sobre su contrincante. Para esto, por lo menos deberían subir 20 puntos su participación del 2012 y, al mismo tiempo, las minorías no incrementar participación.  En todo caso, la demografía juega para el lado de los demócratas, resta saber si también lo hace la historia.

Solo puede haber uno II

En La Nación dicen que nunca en EEUU estuvo más en disputa la disyuntiva entre la continuidad y lo desconocido.

Observaciones

Es imposible saber qué hará Trump si accede a la presidencia. Difícilmente pueda apartarse demasiado de las promesas realizadas a su ferviente electorado. Esa voluntad colectiva también interroga sobre el margen de acción de Hillary Clinton, ¿en verdad lo suyo implica estricta continuidad? Es predecible cuál será su prioridad desde el primer momento que ingrese al Salón Oval: trabajar para ganar su reelección. En este sentido, no puede simplemente ignorar las demandas de un importante sector de su población, que posiblemente se intensifiquen en la medida que no le encuentren la vuelta a una preocupante desigualdad.

Registremos que la Agencia de Estadísticas Laborales (BLS) de la patria de Obama informa un patrón en la creación de empleos por el cual sólo dos actividades, dentro de las 10 principales labores con mayor crecimiento para los próximos 10 años, suponen salarios que están por encima del promedio nacional (enfermeras y managers operativos, las únicas dos que requieren estudios superiores). Si estos datos son certeros, es predecible un crecimiento de las desigualdades por ingresos y, por ende, de las demandas “populistas” de parte de la población. Esto no es una predicción, sí un escenario posible sustentado en datos duros y concretos. Otra cosa: esta proyección laboral es propia de un mundo en el cual una de las empresas con mayor valor de mercado (Facebook=374 mil millones de dólares) sólo cuenta con 14.500 empleados. Todos estos datos deben importar mucho a nuestros propios decisores públicos.

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