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Compañeros

En La Nación indican que los senadores del FpV quieren cambiar el sistema con chip de la reforma electoral y aplicarla gradualmente. La nota no deja bien parado al Ministro del Interior: “Frigerio eludió reconocer que la BUE es el mecanismo preferido por el Gobierno. (..) Más aún, evitó responder cuál sería el costo de cada BUE al aducir que no puede adelantarse a la decisión que tomará el Congreso.” Página12 da cuenta de una declaración firmada por expertos de distintas universidades nacionales, que expone las debilidades y los riesgos del sistema electrónico. 

Observaciones

Difícil conocer de antemano los costos del sistema electrónico. Pensemos en las auditorías de software y hardwares (en la medida que las empresas no se opongan, como sucedió en EEUU, alegando privacidades de su propiedad intelectual), en las actualizaciones de dispositivos y máquinas (la velocidad del progreso tecnológico reclama reposiciones casi periódicas, ¿o ustedes usan aún las comodore 64?), distribuciones de recursos humanos especializados (que hay que contratar y pagar) y logísticas para traer y llevar máquinas (que también cuestan plata). Entre otras cosas.

 

Obvios motivos no discriminatorios demandan que las máquinas sean las mismas en todas partes, y que gocen de las mismas novedosas actualizaciones, lo que uno sospecha es de casi imposible cumplimiento, por una cuestión elemental: es algo que ya sucede. Servicios esenciales, que comprometen los más íntimos e incuestionables derechos humanos, no se dispensan de la misma forma a todos. Somos conscientes de eso, ¿no?. O sea, los servicios sanitarios, de seguridad, educativos y de recreación, medioambientales y de transporte, por mencionar algunos, son peores en las geografías con habitantes más empobrecidos que los existentes en las recoletas y barrios cerrados y puertos maderos. Por ende, uno sospecha, similar inteligencia distributiva impactará en el despacho de las tecnologías para ejercer el derecho a sufragar. En buena medida, las peores máquinas que existen en los circuitos estadounidenses habitados por minorías afro y latinas explican las eternas colas que en muchos casos desalientan la participación de esos votantes. En cambio, no hay colas en los barrios de votantes blancos (sobre todo, de blancos con plata), porque las máquinas son más nuevas y funcionan de lo más bien. Qué casualidad, ¿no? 

Desde ya, no sugerimos que esto vaya a suceder aquí, de ninguna manera, no, no, no, que somos más buenos lo tengo claro. Pero uno alienta a nuestros decisores públicos que tomen nota de estas malas experiencias, para no repetirlas. Eso, nada más.

Sindicatos

El sector petrolero acordó a través de un acta vincular los salarios de los trabajadores con la productividad del sector

Observaciones

A uno se le ocurren dos observaciones. La primera de tipo constitucional, que nos remite al artículo 14 bis. Si se acuerda atar salarios a la productividad, ¿por qué no reclamar a cambio la “participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección” de los trabajadores, tal como establece nuestra Constitución nacional en la cláusula mencionada? El segundo punto es de naturaleza económica, y refiere al registro de productividad en la economía global de las últimas décadas. Más bien, la falta de productividad. Desde la década del 70 la tasa de productividad total de los factores experimenta una tendencia declinante, apenas alterado por un paréntesis positivo entre fines de los 90 y el 2004. El mayor denunciante de esta declinación es Robert Gordon que la describe en su Auge y caída del crecimiento americano. Es lo que se suele llamar paradoja de Solow (por ser Rober Solow el que la enunció): las computadoras están en todas partes, menos en las estadísticas de productividad.

 

Desde ya, están los tecno-optimistas, de movida Erik Brinjolfsson y Andrew MacAfee, que acusan una mala medición de los aportes de las innovaciones digitales a la economía real. Puede ser, no lo descartamos, pero sucede que son las estadísticas las que se tienen en cuenta a la hora de medir la economía, y son las estadísticas las que se tendrán en cuenta en los acuerdos que atan salarios a productividades. Y si las estadísticas de productividad no informan modificaciones en las declinaciones de las últimas décadas los salarios que se condicionen a ellas también declinarán. Ojo con eso, eh.

Columnistas

Es interesante la columna de Eduardo van der Kooy en Clarín. Allí tipea cosas como las que sigue: “Néstor Kirchner y Cristina reimpusieron, como rescate del peronismo tradicional, la idea de la sociedad movilizada. Funcionó, con claroscuros, hasta la reelección de la ex presidenta en el 2011. Luego prevaleció la tónica de las cadenas nacionales. Finalmente una ambición mucho más módica: arengas a los militantes en los patios interiores de la Casa Rosada. (…) Macri ha sabido contraponer un discurso que ancla en la armonía colectiva y en un imaginario de la felicidad posible de ser alcanzado. Ofrece una ilusión que Cristina ya no parece capaz de transmitir. (…) Su victimización tenaz apuntaría a esconder sus auténticos problemas: no tener explicación para la corrupción de su tiempo; tampoco recursos políticos para reinventar al kirchnerismo. Reducido ahora sólo a una facción del principal partido opositor.”

Observaciones

Lo primero que subraya van der (creo que a partir de ahora lo llamaré así, suena a villano de peli de ciencia ficción de bajo presupuesto, pero también a superhéroe si le agregamos el "man") merece reflexión y debate. Es el peligro 678, hablar convencidamente a los convencidos. Si el objetivo es construir una representación amplia, movimientista y trascendentes de los esquemas partidarios, no se puede reiterar esa disposición. Se dijo muchas veces: faltó un discurso para los sectores que ascendieron socialmente, y sobraron las críticas y los innecesarios agravios para eso que se suele llamar “clase media”. Es interesante lo que continuación dice van der, que Macri -a diferencia de Cristina- ofrece una “ilusión”. La ilusión es una “una percepción o interpretación errónea” promovida por “un engaño de los sentidos”. Eso dice van der que hace el Presidente argentino, que lo hace bien. Uno tiene ganas de replicarle que el medio en el que trabaja lo hace bastante mejor, pero nos quedamos con la duda de lo que sugiere el cronista, ¿critica al Presidente Macri o justifica la promoción de engaños y difusión de interpretaciones fallidas?.

 

Por último, alega que el kirchnerismo es “sólo” una facción del principal partido de oposición. El término facción no es inocente, las facciones despiertan suspicacias. No es lo mismo acusar facción que decir espacio político, por ejemplo. Pero no me interesa discutir palabras, sí advertir lo obvio: toda construcción política se compone de heterogeneidades que pugnan por alcanzar el vértice de la organización. No necesariamente la más numerosa es la que se impone, sino la más coherente y organizada. El día de ayer se renovó un hecho político insoslayable: el componente más coherente y organizado del peronismo parece ser el que lidera Cristina. Tal vez por este último dato, nada menor: cuenta con un liderazgo. Uno que supo ser nacional, por mucho tiempo. Registremos estas cosas.

Cambios

La Nación nos cuenta de qué manera General Motors se reconvierte para competir con las plataformas digitales. 

Observaciones

Las relaciones entre la industria del siglo XXI y las firmas digitales configuran una competencia cooperativa. Pensemos que no son mundos apartados, sino dimensiones que se retroalimentan la una con la otra. Copio y pego lo que escribí en otro lugar: “Las relaciones entre tecnologías digitales e industria conminan a desalentar las estrategias que las imaginan divorciadas (…) El 46% de las personas empleadas en Silicon Valley (134.000 trabajadores) cumplen funciones en la producción de semiconductores, partes aeroespaciales, componentes para computadoras y laboratorios. General Motors dedica ingentes recursos al área de software, en la que tiene patentadas 592 invenciones. Es emblemática la alianza entre Google con los autopartistas globales Bosch, Continental (ambas alemanas) y Delphi (norteamericana) para la construcción del auto capaz de manejarse sin conductor.”

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