top of page

Geopolítica del Sur

En Página12 un extraño informe titula que los productos electrónicos son los más caros de la región: “En el caso argentino, los productos electrónicos suelen ser sustancialmente más caros que en otros países de la región por el régimen de protección industrial que beneficia a la provincia de Tierra del Fuego, el cual garantiza miles de puestos de trabajo y además tiene una importancia geopolítica clave, aunque en los últimos meses ha sido cuestionado abiertamente por varios funcionarios del gobierno actual que buscan forzar una baja de precios, aun a costa del empleo.”

 

Observaciones

El título de la nota de Página12 sugiere una denuncia, pero el contenido concluye con una justificación de los altos precios de los productos electrónicos ensamblados en el sur de nuestro país. La nota no es buena y se queda corta. No me interesa discutir el tema de los empleos generados por la actividad ensambladora de Tierra del Fuego, sí eso que denominan “importancia geopolítica clave”. ¿Por qué radicar esas actividades en Tierra del Fuego tiene esa relevancia? Ojo, no sostengo que no exista interés geopolítico en asegurar soberanía en todo nuestro territorio, con población y actividades económicas que les aseguren sustento y dinamismo. Pero a uno le pinta, en términos geopolíticos, que lo prioritario es contar con fuerzas armadas lo suficientemente potentes como para disuadir a cualquier interesado en agredirnos, por los costos de intentar la empresa bélica.

 

Argentina, desde hace muchos años, carece de esta capacidad disuasoria y está muy, muy lejos de sus homólogos de Chile y el resto de la región. Carlos Escudé, con el estilo provocador que lo caracteriza, escribió en el 2014 lo siguiente, que dejo al efecto reflexivo del lector: “Estamos poniendo a prueba, de manera experimental, la teoría realista de las relaciones internacionales, que supone que una política de defensa como la de Argentina implica un peligro para su integridad territorial. Desde una perspectiva científica, es un experimento fascinante. En verdad, hemos optado por un modelo que nos impediría defendernos durante más de 24 horas de un vecino como Paraguay. Esto significa que, actualmente, la Argentina es un Estado a medias, en tanto sigue siendo un Estado sólo porque sus vecinos más importantes, Brasil y Chile, quieren que siga siendo un Estado. Politológicamente, un Estado es una red de organizaciones que administra y defiende un territorio. Si un Estado no puede cumplir con esas funciones, no es plenamente un Estado.”

La Vieja Europa

En La Nación Juan Archibaldo Lanús describe el mal momento europeo después del Brexit: “En vez de la paz que Francis Fukuyama auguraba para este ‘fin de la Historia’, ingresamos en un mundo de turbulencia donde los conflictos étnicos, religiosos y políticos, las migraciones masivas y el terrorismo han fragilizando el orden mundial como nunca antes había ocurrido. La separación de Gran Bretaña de las instituciones comunitarias repite el síndrome de una nueva fractura que pone en duda el rol de Europa como protagonista en el orden mundial que se avizora para el siglo XXI.” 

Observaciones

Cuando todo se tambalea es necesario que algo, no importa qué, permanezca inalterable para que los perdidos puedan encontrar una conexión y los extraviados un refugio.” Con esos términos se expresaba el notable estadista Clemente Wenceslao Lotario de Metternich, ministro de Asuntos Exteriores y Canciller de un declinante Imperio austriaco. Fue uno de los ideólogos contrarrevolucionarios del orden postnapoleónico emanado del Congreso de Viena, e intentó preservar los absolutismos que temblaban por el auge nacionalista. El genio de Metternich no pudo sin embargo imponerse sobre las tendencias de su tiempo, mucho mejor interpretadas por otro conservador, Otto von Bismarck, el hacedor de la unificación alemana. Los perdidos y extraviados que preocupaban a Metternich, posiblemente no fueran los que incentivados por el espíritu nacionalista reclamaban sus independencias, con un temperamento que Bismarck supo conducir en sus pagos para construir una de las piezas nacionales más potentes y resilientes del naciente (y del actual) orden internacional.

 

Algo de la tozudez de Metternich se detecta en las actuales dirigencias de la Unión Europea, sin que gocen del genio del ministro de la multiétnica Austria del siglo XIX. La canciller alemana Angela Merkel no carece de la moderación que brillantemente ejerció Bismarck, pero a diferencia de él necesita mantener un orden económico sumamente favorable al interés nacional acreedor y superavitario alemán. Debe resistir, por ende, la restauración nacionalista y el empuje antisistema que surgen en distintas regiones de Europa. Metternich padeció el pícaro oportunismo de rusos e ingleses, que manipularon las pretensiones nacionales de aquellos convulsionados tiempos, para expandir su radio de influencias y debilitar preventivamente posibles contradictores. Hay cosas que no cambian.

 

Otros asuntos son radicalmente distintos, de movida un orden internacional que no se cocina en Europa, sino fuera de ella, en la lejana China y en el norte del continente americano. El último factor disruptivo en este esquema es el triunfo de un presidente norteamericano que no simpatiza con las pretensiones de sus aliados europeos y que no teme informar al auditorio global su interés en actuar cooperativamente con el acechador geográfico más inmediato de ellos: Vladimir Putin. En la vanguardia de los perdidos y extraviados de este siglo XXI se destacan presidentes y primeros ministros europeos que no encuentran ya refugio en la casa americana, y que insisten en defender las conexiones de una dinámica financiera global que los coloca en las antípodas del interés de buena parte de sus propios pueblos. Esa es la tragedia europea. O parte de ella.

bottom of page