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Los cuatro terrorismos

Por Fredes L. Castro

16 de Julio de 2016

Tal como sucede con el término “populismo”, la palabra “terrorismo” es de una multivocidad tal que cualquier cosa puede vincularse con ella, si bien las asociaciones estimuladas por los medios de comunicación masivos identifican casi todo evento terrorista con violencias suscitadas por organizaciones armadas que emplean metodologías bélicas no convencionales contra intereses materiales o simbólicos o contra los ciudadanos de los países centrales. Sin embargo, el asunto es más complejo.

 

Terrorismo celular y móvil

 

Esta modalidad, en principio, tiene una esencia reactiva, por explicar sus excesos como retaliación a una injerencia a la que no se le reconoce legitimidad. Sus agentes se organizan para desgastar a sus contradictores mediante acciones de la más diversa índole, que se producen entre paréntesis temporales de “normalidad” (que pueden durar meses o días).

 

Estos grupos suelen tener jerarquía y coherencia internas, su violencia es materializada mediante un orden burocrático “weberiano” en el sentido más rígido e inflexible  (en particular, por el carácter marcial de sus mandos y reglamentos). Curiosamente suelen actuar con el objetivo de debilitar esquemas burocráticos clásicos, como un Estado (muchas veces dictatorial) o un ejército, o contra las fuerzas armadas o securitarias de un Estado. Su despliegue es extenso, mediante partes que actúan distribuidas en diversas áreas, clandestinamente y con localización inestable.

 

Ejemplos de actos de terrorismo celular: el coche bomba por el cual el Ejército Republicano Irlandés Auténtico mató a 29 personas y dejó una cantidad mucho mayor de heridos en la ciudad de Omagh; el atentado de Hipercor en el que Euskadi Ta Askatasuna (ETA) provoca la muerte de 21 personas en un centro comercial; el atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001.

 

Terrorismo híbrido y proto-estatal

 

Se debate en la literatura bélica especializada acerca de lo que se caracteriza como guerra híbrida, cambalache de técnicas e instrumentos que irían más allá de la distinción entre guerra convencional y asimétrica, para combinar acciones propagandísticas con el uso de armas de fuego; inversiones económicas (plataformas petrolíferas construidas en zonas en disputa)  con ciberataques; acciones diplomáticas con intimidaciones militares (buques que navegan en los límites de un mar extranjero al de su bandera), entre otras. Hay quienes dicen que no se trata de novedad alguna, rescatando a George Kennan como un adelantado en el rubro.

 

Aquí uso la calificación de híbridez proto-estatal para describir una modalidad original y extrema en la proyección de la violencia. A diferencia del terrorismo de Estado, no existe en este caso accionar culposo, por el contrario se actúa sin vergüenza y con vocación pública. Las acciones del grupo terrorista son explícitas, como partes de una macro política del miedo, y penetran y dominan las dimensiones pública y privada del pueblo padeciente.

 

Se distingue este terrorismo de cualquier experiencia anterior por imponer su ingeniería criminal en un territorio que funciona como proto-Estado. Por su parte, la aproximación híbrida busca anular la credibilidad del enemigo, romper el soporte ideológico e institucional que nutre y configura su narrativa, empleando para este efecto todos los medios disponibles.

 

El Estado Islámico de Irak y el Levante, Dáesh o  Estado Islámico es la entidad emblemática, pero su existencia, como sucede con otras representaciones que eligen la difusión de la violencia, es consecuencia de los terrorismos de Estado.

 

Terrorismo estatal  

 

El terrorismo de Estado es considerado, básicamente, como el accionar ilícito o ilegítimo de un gobierno, dirigido contra su población civil. Pero nada impide que involucre acciones de terror por parte de un Estado contra una población extranjera.  Ejemplos de esto último lo constituyen las operaciones de entrenamiento, suministros de armamentos y financiamiento de los Contras nicaraguenses, por parte de  la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que lleven a cabo crímenes de todo tipo, como también la formación de agentes como Luis Posada Carriles, por parte de la misma agencia, responsable de la muerte de los 73 pasajeros del  vuelo 455 de Cubana.

 

Terrorismo de Estado, dictaduras medioevales y reclutamientos y financiamientos de agencias de inteligencias estadounidenses son eslabones que conforman la circular cadena del terror. El icónico líder de Al Qaeda Osama Bin Laden fue reclutado a los 22 años, a través del príncipe saudí Turki Al Faycal, incluso antes de que los soviéticos invadieran Afganistán. El Estado Islámico es tanto un producto de las desastrosas intervenciones de Norteamérica y sus aliados, como de las asfixiantes dictaduras que asolan el Medio Oriente. En el conflicto de Siria Estados Unidos financia a Jabhat al-Nusra, organización afiliada a la Al Qaeda que derrumbó las Torres Gemelas.

 

Los monstruos que crean las agencias de inteligencia de los países centrales producen las amenazas que, a posteriori, justifican los estados de excepción de sus gobiernos y el relajamiento de las libertades y garantías individuales de sus ciudadanos. Peor aún, la paranoia y el miedo generalizados en estos pueblos lleva a buena parte de sus integrantes a reclamar políticas policiales más intensas.

 

¿Terrorismo de cerdos?

 

Estamos en guerra. En un nuevo tipo de guerra.” Le advierte un timorato colaborador al personaje interpretado por John Goodman. El segundo replica: “Sí, muy nueva forma de guerra. Una guerra que ni siquiera existe”. El diálogo es del filme Trumbo, contextualizado en los años del macartismo anticomunista.

 

El ataque criminal en Francia, perpetrado en su Día Nacional, en la ciudad costera de Niza, con un saldo de decenas de muertos e incontablese heridos de gravedad, enluta al pueblo galo y dispara escenarios temibles en el país europeo y el resto del mundo.

 

Las ofertas autoritarias antisistemas, comunmente calificadas como populistas, potenciarán el carácter excluyente y antiliberal de sus plataformas, promoviendo una democracia selectiva que sólo reconoce entidad a las mayorías que se juzgan verdaderamente nacionales. Los partidos políticos tradicionales, lo quieran o no, incorporarán parte de esa regresiva agenda para no perder competitividad electoral.

 

Las ciudadanías europeas y norteamericana corren el riesgo de internalizar los ánimos policiales que buena parte de sus miembros demandan. Si en el estado de naturaleza el hombre es lobo del hombre, en la era digital el hombre es vigilante del hombre. El seguimiento de los vecinos, la denuncia ligera y sin otro fundamento que el prejuicio, combinados con despliegues cada vez menos obstaculizados de los dispositivos represivos son un cóctel fenomenalmente peligroso.

 

En el Diario de la Guerra del Cerdo Adolfo Bioy Casares narra la crónica de una matanza indiscriminada cometida por los jóvenes contra los viejos, como consecuencia de un “odio bastante asustado”. Cuando el miedo es fomentado por los propios órganos gubernamentales, como respuesta -y estímulo- a asustadas demandas ciudadanas el horizonte es impredecible, pero los antecedentes históricos, en especial en el continente europeo, son verdaderamente terroríficos.

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