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Datadesarrollismo chino

Por Fredes Luis Castro

30 de mayo de 2017

El Instituto Mercator para Estudios de China (MERICS) publicó recientemente un reporte sobre el Sistema de Crédito Social de China, extraordinario y ambicioso proyecto infraestructural de gestión y procesamiento de big data que apunta a monitorear, evaluar, calificar y regular en tiempo real los comportamientos de los actores del mercado, para dirigir y condicionar sus decisiones mediante un régimen de calificaciones.  

 

Los aspectos conceptuales básicos de esta iniciativa fueron desarrollados en los 90 del siglo pasado, por un equipo de trabajo del Instituto de Economía Mundial y Política de la Academia de Ciencias de China, bajo la dirección de Lin Jinyue, especialista en recuperación de información y calificaciones crediticias. Los primeros proyectos piloto vieron la luz en los primeros años del siglo XXI.

 

El sistema crediticio elabora un índice que califica a firmas evaluadas en función del cumplimiento o incumplimiento de las pautas, objetivos y estándares transmitidos por las  autoridades comunistas, en materia de emisiones contaminantes, consumo de energía, condiciones ambientales del lugar de trabajo, inversiones requeridas, actualizaciones tecnológicas, entrega en tiempo y forma de productos y servicios contratados, respeto de normas de tránsito al conducir automotores, y un etcétera tan extenso como impreciso.  Consumos energéticos o emisiones contaminantes excesivos a lo pautado, así como infracciones de tránsito pueden ser detectadas por sensores y sistemas digitalizados que harán efectiva la calificación y la sanción pertinente “en cuestión de segundos”.

 

Las firmas incumplidoras que obtengan una calificación crediticia baja, serán penadas de diversas maneras, por caso con condiciones de préstamos más onerosas, exclusión de beneficios fiscales y subsidios, y prohibición para invertir en determinados rubros u obras públicas en general. Los CEOs también pueden ser sancionados, perdiendo acceso a trenes de alta velocidad o a vuelos de negocios internacionales. Las empresas cumplidoras gozarán de buenas condiciones en los préstamos solicitados, desgravaciones impositivas y otros premios similares.

 

El empleo de tecnologías de big data permite una vigilancia permanente del comportamiento económico y no económico de las empresas, así como la producción y actualización automática de las calificaciones, con el consecuente e inmediato impacto en las actividades y oportunidades empresariales. Mirjam Meissner, autora del reporte y Jefa del Programa de Economía y Tecnología del MERICS, sugiere que  la observancia de leyes y reglamentos importa menos que la verificación de los objetivos de política industrial y tecnológica impuestos por el mismo gobierno central que supervisa la plataforma que recolecta todos los datos. Meissner advierte: “el progreso del gobierno chino hacia unos mercados más abiertos y una intervención estatal menos intrusiva se ve compensado por el Sistema de Crédito Social”. La tecnóloga reconoce, sin embargo, que el sistema crediticio no discrimina entre empresas nativas y foráneas, al menos en las documentaciones gubernamentales que lo nutren.

 

Se prevé que el sistema afecte toda la economía nacional en el 2020, pero en la actual -primeriza- etapa, concentra los recursos en algunos sectores clave y estratégicos: la industria automotriz y de servicios esenciales para la infraestructura, sector alimentario y comercio electrónico, entre otros. Desde el 2015 se designaron 43 ciudades piloto, además de una conjunto de zonas francas, para implementar el sistema y experimentar variantes.

 

Hasta el día de hoy, el sistema de datos por excelencia es la Plataforma Nacional de Información de Crédito, cuyo contenido está disponible para el público en un 75%.  Pero lo que preocupa a la signataria del informe, más allá de esta transparencia formal, son los algoritmos y criterios empleados para establecer las calificaciones crediticias. Ellos  son desconocidos. Meissner afirma que el sistema:

 

facilitará un autoritarismo respaldado por la tecnología de la información: un reforzamiento de la capacidad del gobierno chino para aplicar y perfeccionar políticas industriales y regulaciones sobre el mercado a través de nuevos mecanismos de incentivos -las calificaciones de crédito generadas por el Sistema de Crédito Social-, sutiles, de auto-ejecución y de control estatal invisible. La intervención de los organismos gubernamentales puede reducirse a establecer normas, estándares y, eventualmente, algoritmos para el sistema.

 

Uno se pregunta qué diferencia existe entre la opacidad con que se diseñan y aplican estos logaritmos y la que distingue a las operaciones que redactan acuerdos socioeconómicos internacionales, a puertas cerradas, entre escasos representantes de gobiernos centrales y mandatarios de corporaciones multinacionales, ¿no existe en este caso otra especie de autoritarismo, de corte clásicamente oligárquico? El proyecto chino, ¿puede concebirse como una respuesta muscular-digital a la falla del mercado configurada por la información imperfecta?

 

Pese a las dudas que le despierta el sistema, la tecnóloga en jefa no desconoce el desarrollismo en potencia de este autoritarismo informacional, al describir la presión sobre el ánimo inversor empresarial para actualizar los objetivos gubernamentales, invirtiendo en mandatos tecnológicos e industriales que una estricta perspectiva orientada a los negocios no daría lugar. Aparentemente, para Xi Jinping todas las iniciativas privadas son productivas, pero si se las vigila son mejores.

 

Meissner alerta sobre las posibles fugas de datos, los hackeos y robos de informaciones sensibles, y las manipulaciones del propio régimen socialista. No obstante, no desconoce el mercado al que está apostando Beijing, de venta de servicios de monitoreo en tiempo real y gestión gubernamental y no gubernamental de monumentales cantidades de datos. Las soluciones propiciadas poseen chances de exportación incalculables. Desde lo estrictamente político, se trata de un modelo transformador en la regulación del mercado, de una sofisticación que tal vez excede los pruritos de las ciudadanías que habitan en las economías de mercado liberales. En cualquier caso, la escribiente no se cansa de insistir en la voluntad de Xi Jinping y de los altos mandos del Reino del Medio para que este sistema de créditos se concrete en todo su alcance. Ella estima que cuentan con los recursos y la capacidad para hacerlo.

 

Observaciones

 

El progreso del Sistema de Crédito Social de China es contemporáneo a la nueva ley de ciberseguridad que ha generado intensa preocupación entre inversores extranjeros, y al lanzamiento de un notable laboratorio de 4.300 metros cuadrados de ingeniería de big data aplicada a la gestión gubernamental, en la pionera provincia de Guizhou. La re-emergente China no improvisa.

 

La aplicación de un monitoreo en tiempo real del mercado de alimentos es asunto que debe ser tenido en cuenta por las economías que aspiran a suministrar estos bienes al Reino del Medio. Importará un desafío de creciente magnitud, en términos de calidad de productos y tiempo, forma, seguridad y continuidad de las entregas.

 

China explota el lado oscuro del poder blando, promoviendo un modelo de control atractivo tanto para los Estados deficitarios en sus roles reguladores, como para los interesados en seguimientos constantes de blancos móviles, típicos de estos tiempos de “guerra contra el terror”.

 

El datadesarrollismo chino es un fenomenal llamado de atención para las economías periféricas con aspiraciones industrialistas. La nostálgica invocación de modelos vigentes a mediados del siglo pasado, que incluso entonces evidenciaron límites insuperables por las políticas de desarrollo hacia adentro, carece de todo sentido y está condenada al fracaso. En la carrera del progreso del siglo XXI, las propuestas informacionales no son garantía de absolutamente nada, pero son condición para absolutamente todo.

 

A la automatización, la digitalización y la offshorización de los puestos laborales se adiciona el poder de control y seguimiento constante de los hombres y mujeres que trabajan, posibilitado por las algorítmicas tecnologías de la big data y la internet de las cosas. Las regulaciones al mercado del comunismo chino no impiden de modo alguno que el hilo, regularmente, se corte siempre por lo más delgado.

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