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Los que mandan

Clarín titula una promesa de Macri a los empresarios de la UIA: revisar todos los convenios laborales: “No podemos salir al mundo, afrontar ese desafío, con convenios laborales que son del Siglo XX. Hay que sentarse a la mesa y discutir todos los convenios de vuelta.” 

 

Observaciones

 

Es la falaz noción según la cual los convenios laborales constituyen el problema central de nuestra economía. Por otro lado, peor que proponer medidas igualitarias originadas en el siglo XX es intentar restaurar programas económicas libremercadistas que idelizan teorías económicas anteriores al siglo XIX, que jamás fueron puestas en práctica por los países centrales que las promovieron y las promueven. Copiamos y pegamos lo expresado por el entonces presidente norteamericano Ulysses Grant (sí, el comandante de las fuerzas del Norte que guerreó contra sus compatriotas del Sur libremercadista, justamente para instaurar una industria nacional protegida): “Durante siglos Inglaterra se apoyó en la protección, la practicó hasta límites extremos, y logró resultados satisfactorios. Luego de dos siglos, consideró mejor adoptar el libre-cambio, pues piensa que la protección ya no tiene futuro. Muy bien, señores, el conocimiento que yo tengo de nuestro país me lleva a pensar que, en menos de 200 años, cuando Estados Unidos haya sacado de la protección todo lo que ella puede darle, también adoptará el libre-cambio”.

Internacionales

Donald Trump sigue su pelea contra los medios, mientras China –según La Nación – celebra la caída del TPP.

 

Observaciones

 

Grupos de izquierda pasaron años militando contra el TPP, pero el que lo termina matando es un referente protofascista de la derecha imperial. El tipo encima amenazó toda la campaña con la instauración de un esquema mercantilista que pondría fin a la globalización tal como la conocemos. Para Trump “hacer America grande otra vez” implica obtener de los países extranjeros más de lo que el imperio que preside aporta a ellos. En este sentido, es dable imaginar que los países con menor capacidad de resistencia y mayor disposición al aperturismo económico pueden configurar un blanco muy interesante.

 

En Estados Unidos dicen que los políticos hacen sus campañas con poesía, pero gobiernan con prosa. En efecto, Trump moderó algunas posiciones: mantendrá partes del Obamacare que iba a derogar de lleno, “sólo” deportará a dos o tres millones de inmigrantes en vez de los 11 millones prometidos (Obama deportó dos millones), y cabe esperar que morigere otras cosas. Estoy a favor de evaluar las medidas de Trump sin incurrir en demonizaciones ligeras que anulan cualquier análisis (ponerse en moralista elimina la disposición a comprender y examinar un fenómeno). Me interesa, sin embargo, des-demonizar a los votantes de Trump, especialmente a los que son descriptos como gente racista y sin estudios. No me parece inocente esta identificación de elementos, y sospecho que apunta a deslegitimar sus humanidades para deslegitimar sus demandas. Sucede que esta gente es la más genuinamente cuestionadora de la globalización timbera vigente, mucho más que los conectados y globalizados votantes progres de Hillary. El hecho de que los votantes blancos laburantes de Trump tengan una agenda social conservadora no elimina lo indicado, en todo caso aporta una paradoja.

 

Por otro lado, esta lectura deslegitimante omite informar un dato elemental: Donald Trump ganó con el voto de los hombres blancos de mediano y alto poder adquisitivo, portadores de título universitario. En la población con ingresos menores a los 30 mil dólares anuales (pobres en términos norteamericanos) se impuso Hillary. Trump ganó entre los blancos universitarios que obtienen al menos 50 mil al año, que fueron –siguen siendo- votantes leales a los republicanos. Ojo, no desconozco el voto blanco no universitario a favor de Trump, se trata sectores justificadamente decepcionados, lo que quiero destacar es el aporte de los blancos de mediano y alto poder adquisitivo, que mayoritariamente optaron por el magnate. Pasa que la disputa electoral incluyó no sólo el debate socio-económico sino también el identitario de una nación que se piensa blanca y así quiere preservarse, en amplios espectros sociales, también el de los que no tienen problemas en llegar a fin de mes. Eso.

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