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La furia populista

 

Es lugar común en los medios de comunicación masiva y publicaciones especializadas describir el escenario político de los Estados Unidos como uno típicamente populista. La postulación de ousiders al sistema, el culto al personalismo y la crítica al establishment partidario suelen ser las notas más subrayadas. ¿Tiene asidero esta descripción? ¿Qué factores distinguen este momento político en la potencia del norte? ¿Cuáles son las causas de su eclosión y qué diferencias pueden plantearse con el populismo autóctono? Este artículo se propone indagar en posibles respuestas a estos interrogantes.

 

Credos y torres
 

“¡Sí! ¡Tu mundo está en llamas!” le confirma enfáticamente el candidato presidencial del partido republicano Ted Cruz a la niña de tres años de edad que perturbada, escuchaba su exposición. “Los mexicanos nos están enviando gente que tiene muchos problemas y traen esos problemas a nosotros. Ellos traen drogas. Ellos traen el crimen. Ellos son violadores.” De esta manera se manifestó Donald Trump en el acto de lanzamiento de su candidatura a presidente, por el mismo partido republicano. 

 

Ted Cruz convoca al pueblo norteamericano a retornar a las sagradas raíces judeo cristianas que dan vida y nutren los valores de su nación. Es un fiel exponente de ese especial conservadorismo religioso de las bases republicanas que, según encuesta de Reuters, se opone mayoritariamente a la reciente decisión de la Corte Suprema estadounidense favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo, en fallo que Cruz no duda en condenar. Tal vez por eso acepta el ingreso de refugiados sirios siempre que sean cristianos. “Con ellos no hay riesgos significativos de actos terroristas”, asegura el abogado nacido en Canadá e hijo de un cubano exiliado.

 

Donald Trump quiere prohibir el ingreso de los musulmanes a Estados Unidos y se compromete no sólo a construir un muro que impida el paso de más hispanos a su territorio sino a pasarle la factura por los gastos de tan particular obra al agraviado pueblo azteca, otrora soberano de buena parte de esas tierras. Si Uruguay es la primera oficina en organizarse como república, según la mordaz descripción de Juan Carlos Onetti,Trump parece perseguir la utopía de convertir los Estados Unidos en una de sus majestuosas, exclusivas y excluyentes torres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dos modelos

 

Se verifica una nota que diferencia notablemente el modelo populista sudamericano, en especial el peronista, del manifestado en el escenario político norteamericano. De acuerdo a Carlos de la Torre para Gino Germani el populismo peronista (o “nacional‐populismo”) es un fenómeno autoritario emergente de la transición de una sociedad tradicional a una moderna, que surge de una “cultura política criolla (...) también enraizada en el sentimiento del derecho a participar”. Este derecho movilizó a sectores populares excluidos, con una marginalidad que “precede a su inserción en la estructura de la sociedad”, tal como describe Pasquale Serra en reciente dossier de Le Monde Diplomatique. Es interesante advertir que esta pulsión inclusiva que incorporó a obreros y mujeres a la vida política de Argentina durante los primeros gobiernos de Perón, renovó vigencia durante las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner con iniciativas emblemáticas a la hora de diferenciarlos de los Esquemas propuestos por los candidatos republicanos. Sirven como ejemplos la ley 25.871 que marcó el fin normativo de la restrictiva política migratoria en vigor desde los años de la dictadura cívico militar y la 26.618 de matrimonio igualitario. Ambas normas pondrían los pelos de punta tanto a Trump como a Cruz.

 

Pablo Stancanelli sugiere que la expectativa de una viralización del capitalismo liberal después de la caída del Muro de Berlín fue aplastada por el derrumbe de las Torres Gemelas. En efecto, el polvo de sus demolidas paredes pareció expandirse por todo el territorio nacional, para contaminar de miedo y paranoia a buena parte de la dirigencia y ciudadanía norteamericanas. El atentado de las Torres Gemelas y la 

guerra contra los diversos blancos móviles que se sucedieron a partir de la invasión a Irak en el 2003, desde Osama Bin Laden a las células de los grupos talibanes o del Estado Islámico, fueron funcionales no sólo para justificar intervenciones en distintas geografías sino también para mantener viva la “amenaza del fundamentalismo islámico”, que tiene a Irán como una de las representaciones favoritas por parte de los 

grandes medios televisivos de comunicación norteamericanos. El modelo populista republicano (curiosa combinación de términos) se nutre de un miedo que promueve la exclusión de lo imputado como no nacional, que se llena con valores y tradiciones que se juzgan e interpretan como característicos del ser 

nacional. 

 
Los otros

 

El temor y/o enojo hacia el adversario bélico externo configurado por lo islámico se completa y complementa en las campañas de Trump y Cruz con el temor y/o enojo hacia el adversario económico externo materializado por la re‐emergencia de China y el rechazo al adversario demográfico externo/interno encarnado en los inmigrantes mexicanos. 

 

Desde 1980 en el sector industrial norteamericano se perdieron 7 millones de puestos de trabajo, casi un tercio del total existente en aquella época, pasando de casi 19 millones de trabajadores a poco más de 12 millones en la actualidad en un proceso que se potenció a partir del año 2000. Fue en ese año que el Congreso de los Estados Unidos votó favorablemente la normalización de las relaciones comerciales con Pekín, lo que allanó el camino para el ingreso de China a la Organización Mundial del 

Comercio. 

 

El especialista en economía del Washington Post Jim Tankersley sostiene que esa decisión alentó una fenomenal mudanza de industrias norteamericanas a China, que a cambio exportó miles de millones de dólares de productos baratos a Estados Unidos, haciendo desaparecer no menos de dos millones de puestos de trabajo en los 10 años siguientes a la votación legislativa. Los principales perjudicados fueron los trabajadores industriales con menor calificación laboral, aquéllos que en el mejor de 

los casos poseen título secundario. 

 

Sobre la base de estos datos es que Donald Trump propone elevar tarifas a las importaciones chinas y derogar el tratado comercial que no tienen con el gigante asiático. Sucede que Trump propone renegociar un tratado inexistente, lo que revela los escasos conocimientos que posee respecto del comercio exterior de su país. Sin embargo, lo que interesa es el blanco elegido por el multimillonario para conectar con 

el electorado perjudicado por las políticas de libre comercio promovidas por gobiernos de distinto signo. Mucho más amigable con el ideario del libre mercado Ted Cruz ataca a China haciendo hincapié en sus supuestas ambiciones expansionistas, las que tienen por objeto “patear a America fuera del Pacífico”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre la cuestión hispana, la violencia contenida en la retórica como en las propuestas de Trump eximen de cualquier comentario. Por su parte, Cruz no ha hecho demasiado por obtener la simpatía de este colectivo, al declarar que “hoy, mañana y siempre” se opondrá a beneficiar con la ciudadanía a los inmigrantes indocumentados, a lo que sumó un plan de deportación que generó cuestionamientos públicos de referentes del propio dispositivo republicano. 

 

Esta preocupación se comprende por la dimensión de la comunidad latina, que supera 

los 50 millones de habitantes, más del 17% de la población total de los Estados Unidos. Dos terceras partes de esa comunidad se compone de mexicanos, uno de los blancos favoritos de Trump. La ascendencia cubana de Cruz no debe llamar a confusión, más allá del idioma no hay mucho  en común entre cubanos y el resto de los latinoamericanos que habitan en Estados Unidos, de hecho la ciudadanía automática obtenida por cualquier cubano que pisa suelo norteamericano impone una diferencia determinante que los aparta de la precariedad a la que deben resignarse  los latinoamericanos que ingresan irregularmente.

 

El modelo populista republicano se nutre de la frustración de quienes participaban de la estructura social de su país y sus correspondientes beneficios. Estas personas responzabilizan parcialmente de su declinación a las políticas de libre comercio y canalizan su malestar contra los extranjeros más visibles en la competencia por los puestos de trabajo: la comunidad hispana.

 

Los de arriba y los de abajo
 

Tal como fue indicado, el rechazo a las personas que llegan en busca de trabajo desde los estados

del sur del Río Grande tiene lugar en un marco económico de empobrecimiento creciente de buena parte de la población blanca norteamericana. Una investigación elaborada por dos economistas de Princeton,

entre ellos el premio nobel 2015 Angus Deaton, informa sobre una anomalía global entre los países 

desarrollados: la tasa de muertes de americanos blancos de mediana edad (de 45 a 54 años) que sólo cuentan con título secundario, como consecuencia de una epidemia de suicidios y aflicciones vinculadas a adicciones a diferentes sustancias (alcohol y heroína, entre otras) se ha incrementado de tal modo que arrastra a la baja a todo el grupo de americanos blancos pertenecientes a ese segmento etario.

 

Los hombres y mujeres que llevaban décadas con un poder salarial decreciente y con enormes dificultades para preservar sus puestos de trabajo sufrieron como golpe de gracia la recesión económica que detonó con las hipotecas subprime. La intervenciones económicas de los gobiernos de Bush y Obama (en mayor medida del primero) son consideradas como rescates de las entidades financieras que 

propiciaron el colapso económico, con una socialización de las pérdidas que únicamente debieron absorber los bancos, agencias calificadoras y fondos de inversión que provocaron la crisis.

 

Si el derrumbe de las Torres Gemelas sembró la semilla del miedo y la inseguridad, el del circuito financiero germinó o fortaleció la sospecha de una connivencia entre élites políticas y económicas, en beneficios de sus negocios privados y en desmedro del interés popular: en definitiva, la puñalada al pueblo por parte del establishment. La recuperación experimentada en los últimos años no incluyó a los trabajadores no calificados, que desde el 2001 según el economista Robert Shapiro del Instituto Brookings han padecido un impacto devastador en sus ingresos. Este desmoronamiento fue paralelo a un enriquecimiento sin antecedentes a favor del 1% más rico de la población, que de acuerdo al candidato demócrata Bernie 

Sanders se apoderó del 99% de los ingresos y riquezas producidas en las últimas décadas. 

 

El modelo populista republicano se nutre de un intenso resentimiento hacia las élites políticas y económicas, a las que se acusa de gobernar en beneficio de intereses ajenos a los nacionales y de un apoderamiento injustificado de la riqueza nacional.

 

Conclusiones
 

Los distritos que evidencian los peores índices de mortalidad  de la clase trabajadora blanca son aquellas en las que Trump logró su mejor performance. Una parte no menor de esta lastimada ciudadanía practica la fe cristiana cuyos valores reivindica y enaltece en cada discurso Ted Cruz, el senador representante del fronterizo estado “de las seis banderas”. Ambos postulantes se presentan como enemigos del establishment de Washington, que vive de espaldas a la necesidades del pueblo.

 

En definitiva, la normalización de relaciones comerciales con China tuvo lugar durante la presidencia demócrata de Bill Clinton pero con el decisivo apoyo legislativo de los congresistas republicanos, que accedieron al lobby del entonces aspirante a la Casa Blanca George W. Bush y los más importantes financistas de sus campañas políticas. La recesión se produjo durante la presidencia del último, en buena medida como consecuencia de las políticas desregulatorias fomentadas por las firmas más 

poderosas de Norteamérica, algunas de las cuales tenían íntimas relaciones con miembros del gabinete de Bush.

 

En la muy oportuna producción fílmica Trumbo, que rescata la figura de un guionista comunista perseguido durante los años del macartismo, el temeroso colaborador de un cínico (pero no cobarde) director de películas de bajo presupuesto ‐maravillosamente personificado por el gran John Goodman‐ le advierte que tenga cuidado: “Estamos en guerra. En un nuevo tipo de guerra.” A lo que el director 

agudamente replica: “Sí, muy nueva forma de guerra. Una guerra que ni siquiera existe”. Los candidatos republicanos favoritos para ganar la nominación tal vez entienden cuáles son las verdaderas causas que producen el malestar entre sus simpatizantes, pero a la vez que denuncian a las élites que conducen las riendas económicas y políticas de su país, dirigen y manipulan la frustración y el resentimiento imperantes 

para alistarlos en una guerra inexistente contra lo no nacional y los no nacionales (más allá de cómo se defina esto). 

 

Pero es cierto que el  modelo populista republicano se nutre de una impronta antielitista que también existió en la génesis de los populismos de nuestra región, en el segundo caso proponiendo a las oligarquías nativas como blanco preferencial. Sin embargo, se registra la ausencia de un elemento clave, del que no se hizo mención en este artículo, que caló hondo en los sectores populares que fueron los principales 

adherentes de  los primeros gobiernos peronistas,  del que no se aprecian señales entre los militantes de Trump y Cruz: la esperanza.

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Por Fredes L. Castro

Abril de 2016 

TRUMP PARECE PERSEGUIR LA UTOPÍA DE CONVERTIR LOS ESTADOS UNIDOS EN UNA DE SUS MAJESTUOSAS, EXCLUSIVAS Y EXCLUYENTES TORRES

MUCHO MÁS AMIGABLE CON EL IDEARIO DEL LIBRE MERCADO TED CRUZ ATACA A CHINA HACIENDO HINCAPIÉ EN SUS SUPUESTAS AMBICIONES EXPANSIONISTAS

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