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La guerra civil fría

Por Fredes L. Castro 

19 de noviembre de 2016

En Estados Unidos denominan “ciudades santuario” a las jurisdicciones que limitan la cooperación de los organismos locales con las autoridades nacionales en el cumplimiento de las políticas federales dirigidas contra los inmigrantes indocumentados.  Una nota del Texas Tribune, basada en un reporte de la agencia de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), identifica 165 ciudades y condados en los que sus fuerzas de seguridad omiten informar sobre las detenciones y liberaciones realizadas cuando involucran inmigrantes ilegales, desconociendo las directivas del ICE. Como candidato, Donald Trump se comprometió a bloquear fondos a estas jurisdicciones.

La inter(nacional)nacionalista

La vecindad de Rusia, la proximidad de territorios en constante y creciente ebullición, como los de Medio Oriente y África, el iliberalismo espontáneo de buena parte de los pueblos de Europa Oriental y el autoritarismo creciente en países como Turquía y Polonia son algunos de los elementos inmediatamente promotores de los miedos y prejuicios populares en la zona “atlántica” del continente europeo, que se combinan para incentivar los reflejos nacionalistas y antiglobalización en sus procesos electorales. Estos factores operan contradictoriamente.

Putin es concebido por algunos como una amenaza a la integridad territorial del continente, pero otros lo valoran como un líder fuerte, certero defensor del interés nacional. Recientemente Marine Le Pen lo consideró un posible aliado para conseguir la paz mundial y resistir la pretensión globalizante. Las buenas relaciones entre el gobernante ruso con su par húngaro y la normalización de las que tiene con el presidente turco incrementan los temores de unos y las esperanzas de otros. Los inmigrantes de Medio Oriente y África son homogeneizados como activistas islámicos, vigilados como categorías sospechosas cuando no prejuzgados como potenciales terroristas. El islamismo radical, sin embargo, consigue la adhesión de jóvenes ciudadanos europeos, mayormente ignorantes de cualquier postulado religioso, que vaciados de sentido y aspiraciones buscan un marco de referencia, y lo encuentran en la forma vigente más contestataria contra el orden imperante. El islam hoy magnetiza como lo hacía el anarquismo a finales del siglo XIX.

Lo interesante es verificar que líderes tradicionales, en principio no populistas, a la hora de responder contra estas problemáticas propician políticas tan autoritarias como desprovistas de las garantías inherentes a un esquema políticamente liberal. El mejor ejemplo es el chauvinismo de Nicolas Sarkozy, pero de ninguna manera es el único. Sucede que los líderes tradicionales no pueden explicar una verdad elemental: que el consenso dirigencial de la posguerra, basado en intervenciones estatales más o menos intensas en la economía para asegurar, entre otras cosas, el pleno empleo, fue reemplazado por otro consenso favorable a las desregulaciones neoliberales y las soluciones de mercado. No pueden explicar esto, porque la dirigencia política tradicional fue partícipe de este nuevo consenso empobrecedor y excluyente. Apuestan entonces por reconducir los temores e incertidumbres imperantes a otros blancos, el favorito en ambas orillas del Atlántico es “la amenaza islámica”, sustitutiva del fantasma comunista, preferido en los años de la Guerra Fría.    

Las diferencias entre los referentes políticos populistas y los tradicionales se evidencian en lo económico, por ser los primeros outsiders de los sistemas gobernantes pueden denunciar las inequitativas consecuencias de sus programas. Pero todos convergen en el direccionamiento de las frustraciones hacia los extranjeros. Este es el nuevo consenso inter(nacional)nacionalista de Occidente, que hace más exitosos a hombres como Trump y a propuestas como el Brexit por ser exposiciones apreciadas como genuinamente distintas de lo conocido.

La utopía municipal

El cientista social Benjamin Barber autor del ensayo Si los alcaldes gobernaran el mundo. Países disfuncionales, ciudades emergentes propone un nuevo orden mundial, en el cual la unión de los jefes de gobierno citadinos y la armonización de sus políticas públicas reemplacen a los órganos políticos de los Estados nación y sus ambiciosos pero disfuncionales programas gubernamentales. Barber considera que la interdependencia característica de los problemas del siglo XXI es incompatible con instituciones arcaicas, diseñadas 400 años atrás, para cuerpos autónomos y soberanos. Para Barber la asimetría entre los desafíos del siglo XXI y las instituciones nacionales configuran el principal problema de la democracia de nuestro tiempo.

El fundador del recientemente creado Parlamento Global de Alcaldes propone como solución a un problema que atrasa 400 años la restauración de un sistema de ciudades estados que tuvo vigencia hace más de dos mil años. Barber explica: “creo que, si hablamos de ciudades, descubrirán que hablamos de las instituciones políticas en las que nacieron la civilización y la cultura. Hablamos de la cuna de la democracia.” Alude románticamente a “la plaza de la Bastilla, el parque Zucotti, la plaza Tahrir, la plaza de Taksim de Estambul, la plaza de Tiananmen en Beijing”, los espacios públicos en que participan “las personas con derecho a escribir nuestra propia historia”. Describe negativamente la carga ideológica y los partidos políticos que promueven a presidentes y primeros ministros, al tiempo que celebra el pragmatismo y mayor independencia de los ejecutivos subnacionales.

A raíz del triunfo de Donald Trump, el ex asesor de Bill Clinton destaca que entre las 20 principales ciudades norteamericanas sólo tres tienen alcaldes republicanos (Fort Worth, San Diego y Jacksonville). El teórico recomienda una resistencia horizontal y subnacional que enfrente el dominio vertical que el líder populista posee en las funciones gubernamentales ejecutiva, legislativa y -próximamente- judicial. En definitiva, subraya Barber, las ciudades controlan el 80% de la riqueza nacional y contienen a la mayor parte de la población norteamericana. Anhela la emergencia de partidos urbanos que se opongan a los aparatos políticos tradicionales, que rechacen la dicotomía capitalismo versus socialismo, para expresar los progresistas puntos de vista de quienes habitan las cultas y cosmopolitas ciudades. Sugiere la posibilidad de que los grandes centros urbanos nieguen recursos a las administraciones nacionales, en defensa de las libertades que nutren el contrato social. Cuando estas libertades son amenazadas, sentencia Barber: “la soberanía retorna a los que hacen el bien con el contrato social”.

Democracias posibles sin democracia verdadera

Si Giacomo Marramao emplea la noción de cortocircuito para denunciar la ausencia de un eslabón que asegure el flujo de corriente entre lo local y lo global por el deficitario rol cumplido por el Estado nación, el nuevo consenso inter(nacional)nacionalista de los establishments partidarios y las ofertas populistas lo agravan, al enfatizar una misión nativista y excluyente que profundiza las diferencias entre las comunidades urbanas cosmopolitas con las periferias obreras e interiores rurales antiglobalizantes.

El progresismo de Barber, que parece conmover a una red de cientos de alcaldes de importantes ciudades de todo el mundo (París, Ciudad de México, Seúl, Río de Janeiro, Varsovia, Palermo) de acuerdo a lo que informa su sitio web, no apunta a un horizonte distinto, de hecho su optimismo convive con cierta resignación acerca de la incorrección insalvable de los habitantes de las jurisdicciones menos densamente pobladas. En Barber hay un desprecio contenido, implícito si se quiere, hacia la representación preferida por estas poblaciones.

Lo que omiten denunciar los establishments partidarios, ya se indicó, es la ingeniería económica neoliberal que produjo estas fragmentaciones, que persistirán como irreconciliables en la medida que no se modifiquen los actuales patrones distributivos. Lo que omite reconocer Barber es que los cultos y cosmopolitas habitantes de sus ciudades son los que mayor compromiso tienen con la globalización realmente existente y con las oportunidades que a buena parte de ellos brinda. Son los que votaron contra el Brexit y a favor de la Unión que creó la neoliberal y ajustadoramente criminal troika de Bruselas. Los votantes populistas, por su parte, cuestionan con mucho más autenticidad las políticas económicas neoliberales, sin que esto les impida simpatizar con agendas conservadoras en los planos político y social.

Municipalistas utópicos e inter(nacional)nacionalistas en sus dos variantes, descartan la edificación de una democracia pluralista y verdadera, optan por el contrario por romperla, para construir democracias posibles, con expectativa del momento que consagre el modelo triunfante.

 

La guerra civil y cultural fría ha comenzado.

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"Unamuno, el pueblo argentino me ha encomendado a mí dos tareas: la política interior y la política exterior. Ustedes, los concejales, tienen tres: Alumbrado, barrido y limpieza."

Palabras de Juan Domingo Perón a Miguel Unamuno, vicepresidente del bloque de concejales del FREJULI de la entonces Capital Federal argentina, como consecuencia de una declaración de condena del Concejo Deliberante al golpe de Estado perpetrado por Pinochet en Chile.

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