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Fabricantes de pobres


En el año 2011 Robert Zoellick alertaba sobre las 44 millones de personas que caían en la pobreza como consecuencia de un aumento del 36% en los precios de los alimentos. Según el entonces presidente del Banco Mundial el dramático cuadro obedeció al incremento en los precios de los combustibles, impulsados por las revueltas en los países de Medio Oriente.

El alza de los precios del petróleo se consideró un factor clave para explicar la evolución de los precios de los alimentos, por su incidencia en tres rubros esenciales para la producción agrícola: fertilizantes, irrigación y transporte. La correlación entre coste de energía y precios de alimentos se revela con mayor claridad en el caso del diesel, derivado del petróleo que emplea la maquinaria agropecuaria como combustible. Efectivamente, el precio del barril de petróleo, pasó de los 30 dólares en el 2000 a los 100 dólares en el 2008.

Un segundo elemento al que se imputó especial responsabilidad fue a los biocombustibles (o bío-dieseles, en relación al maíz). Superficies que antes se destinaban a la producción de alimentos, reformularon sus aptitudes para satisfacer la novedosa demanda. La reconversión de 8 millones de hectáreas, con destrucción de selvas y drenaje de humedales en Malasia e Indonesia, para instalar fábricas de biocombustibles que atendieran la demanda europea fue cuestión oportunamente denunciada por las propias autoridades del Viejo Continente.

El problema con la explicación petrolífera es que el barril cayó a 50 dólares en el 2009, para subir por encima de los 100 dólares en el 2011 y a continuación incurrir en una nueva recaída. Sin embargo, la evolución de los precios de los alimentos no acompañó estos cambios. La competencia por la tierra cultivable por parte de los biocombustibles no aplica suficientemente para justificar una escalada que provocó que el maíz, el trigo y el arroz alcanzaran en el 2008 precios casi tres veces mayores a los existentes en el 2000.

Registremos que la disparada de los precios alimenticios comenzó en el 2007, antes de producirse la crisis financiera por las hipotecas subprimes. Esto alienta a descartar la especulación financiera como factor explicativo, también insatisfactorio si se advierte que finalizado el temor de los inversionistas, los precios de los cereales lejos de deprimirse duplican a los vigentes en el 2000.

¿Por qué triplicaron sus precios los alimentos y por qué permanecen tan altos?

Por una conspiración global llevada a cabo por un grupo de corporaciones. Es lo que denuncia Tim Fernholz basándose en una notable investigación llevada a cabo por Hinnerk Gnutzmann y Piotr Śpiewanowski.

Sucede que buena parte de la producción mundial de alimentos depende de fertilizantes derivados de nitrógeno y potasio, que aportan a la tierra los nutrientes indispensables para que siga siendo cultivable. Empresas como Potashcorp de Canadá, Mosaic de Estados Unidos, Uralkali de Rusia y Belaruskali de Bielorrusia componen carteles controlantes de estos bienes, que prefieren coordinar acciones antes que competir. De este modo, en los años 2007 y 2008 cooperaron para generar un aumento del precio de sus productos y, como lógico resultado, el de los alimentos finalmente ofertados.

En su investigación Gnutzmann y Śpiewanowski estudian por separado los impactos que los cambios en los precios del petróleo, el gas natural y los fertilizantes provocan en los precios de los alimentos. Descubren que el mayor impacto responde a los precios de los fertilizantes. Una duplicación de estas tarifas asegura un aumento de largo plazo del 44% en el precio de los alimentos. Advierten sobre la efectividad con que se desenvuelve la industria global de los fertilizantes, ante la inexistencia de regulaciones en este nicho.

¿Se pueden comprobar de alguna manera las hipótesis descriptas? De hecho, ya sucedió.

En el 2013, nos ilustra otro artículo de Fernholz, el muy estatista gobierno de la República Popular de China, acaso sospechando connivencias que perjudicaban a sus firmas importadoras de potasio, decidió hacerse cargo de las compras del aludido fertilizante. La nueva política desarticuló el acuerdo entre las firmas rusas y bielorrusas, controlantes de la tercera parte del mercado de potasio, e impuso una competencia que ha reducido precios de fertilizantes y alimentos.

La investigación publicitada por Fernholz llama a incorporar un riguroso examen del poder de los carteles empresarios, en la agenda de los foros internacionales competentes. La experiencia china debe servir como ejemplo para diseñar políticas regionales, que mejoren las relaciones de fuerza a la hora de antagonizar con firmas multinacionales y sus carteles y, de ser necesario y factible, para evaluar un suministro local y autónomo.

 

Una versión de este artículo fue publicada por Europa Press.

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