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La amenaza Jericó


En entrevista concedida al New York Times el candidato a la Casa Blanca por el partido republicano, Donald Trump, expresó sus ideas en materia de política exterior. En caso de una invasión rusa a los países de Europa del Este informó que intervendría en su defensa sólo en caso de que ellos “hubiesen llenado acabadamente con sus obligaciones” hacia los Estados Unidos.

Trump comunica su interés en continuar con los acuerdos vigentes con los aliados de su país, en la medida que dejen de sacar ventajas de un esfuerzo norteamericano que no está dispuesto a seguir sustentando. El hecho de que Obama reclamara a sus aliados atlánticos mayores gastos en defensa hace tan sólo un par de semanas sugiere un clima social favorable a lo que con mayor histrionismo expresa el candidato republicano.

Consultado sobre la manera de responder a las purgas y persecuciones políticas aplicadas en Turquía por Erdogan, Trump fue tajante: “No creo que tengamos el derecho a dar sermones”. Afirmó la necesidad de priorizar los problemas domésticos: “Miren lo que sucede en nuestro país. ¿Cómo vamos a sermonear a otros cuando hay gente aquí que mata policías a sangre fría?”.

Las respuestas ofrecidas por Donald Trump son coherentes con la estrategia de seguridad nacional promovida por el general retirado Michael Flynn, en su obra El campo de batalla, Cómo podemos ganar la guerra global contra el islamismo radical y sus aliados. Sindicado como uno de los principales asesores de Trump, Flynn describe un esfuerzo mancomunado de distintos países contra un enemigo común, los Estados Unidos. Rusia formaría parte de esta coalición pero puede transformarse en un “tirano amigable” si prioriza la amenaza configurada por el fundamentalismo islámico. Es posible imaginar a Erdogan accediendo a esta categoría (de hecho, para Flynn fue un error derrocar a Saddam Hussein).

El peor escenario posible para los europeos, sobra decir, es que el empresario populista sea electo presidente. En el discurso ofrecido al cierre de la convención que lo consagró como candidato republicano, ratificó la obsolescencia de la OTAN, que acusó integrada por países mezquinos en la disposición de los recursos que necesita para su defensa continental.

La Unión ha perdido recientemente a uno de sus miembros más potentes en los planos económico y militar, Gran Bretaña. En estos momentos debe lidiar con la avanzada autoritaria que está teniendo lugar en una Turquía que aspiraba a sumarse a sus filas, cuyo presidente está en plena reconciliación con el hombre que avanzó sobre la integración territorial europea. Se verifica un cuestionamiento de la integración política y territorial y del orden liberal democrático en el Viejo Continente.

El peligro de una crisis humanitaria y poblacional de proporciones inimaginables es real, depende de la voluntad del jefe de estado que está llevando a cabo una purga fenomenal en Turquía, al que los líderes europeos aperciben con excluir de una Unión a la que renunciaron los británicos. ¿Es más atractivo para Erdogan afiliarse al corset monetario que ahoga las economías del sur europeo que mantenerse como –literal- estado tapón que monopoliza la estabilidad demográfica (y estabilidad a secas) de los unionistas en declive?

Notable: el destino de Europa depende, en buena medida, de la voluntad dos hombres, uno de ellos quiere erigir barreras que aseguren una desconexión administrada de la globalización, el otro amenaza con suprimirlas del todo, para conectar a los europeos con los infiernos que crearon y colaboraron a crear. Desde Rusia, un ex espía observa y sonríe ante la evolución de los acontecimientos.

Vladímir Vladímirovich Putin, Recep Tayyip Erdoğan y Donald John Trump son los sacerdotes que guardan las trompetas cuyo sonido da forma a las pesadillas de un continente que teme ser el Jericó del siglo XXI.

 

Una versión de este artículo fue publicada en Europa Press.

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