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Sudamérica y el séptimo arte

La región

En Perú se confirma que las elecciones latinoamericanas son voto a voto. En una nota de Clarín se subraya: “Más que una elección presidencial, este balotaje se transformó en un referéndum sobre el régimen de Fujimori, el narcotráfico y la corrupción. Y los peruanos le dijeron ‘no’ a esos tres puntos”. En Chile se confirma que cuando un presidente o presidenta padece bajísimos niveles de adhesión una disputa internacional siempre es un buen recurso (o sea, Bachelet sorpresivamente anunció demanda contra Bolivia por el uso de las aguas del río Silala). En Venezuela la oposición acelera el referendo contra Maduro. En Brasil Temer no logró acortar los tiempos para que el juicio contra Dilma configure un proceso sumarísimo.

Observaciones

Existe algún tipo de vínculo que liga el escenario electoral peruano, el político brasileño y la demanda internacional chilena. Empecemos por corregir al analista peruano que afirma que sus compatriotas dijeron NO al fujimorismo, al que asocia con la corrupción y el narcotráfico. Parece claro que aún confirmándose el triunfo del candidato “liberal”, tan sólo la mitad menos uno (o menos medio uno) dijo no al fujimorismo. De ninguna manera toooodos los peruanos.

Registremos que un resultado similar arrojaron las elecciones que consagraron a Dilma y Mauricio Macri, y advirtamos el complicado clima de descontento que vive la compañera Bachelet. Podríamos incluso incorporar el negativo resultado electoral obtenido por Evo Morales en el referendo que propuso para obtener una nueva candidatura presidencial. Todo esto para concluir con un marco político regional bastante caldeado, en países que atravesaron gobiernos populistas, indigenistas de correcta gestión macro, o de impronta neoliberal extractivista.

Si la hecatombe neoliberal arrastró a los gobiernos de derecha que en los 90 apostaron por esta ideología, la declinación populista de estos años no parece tener un consenso claro de rechazo (tampoco adhesión) a sus postulados. De la misma manera el modelo neoliberal no cuenta con la firmeza pretérita en el emblemático modelo chileno, y en Perú no logra sintonizar con una representación no-populista definitiva (si bien ambos candidatos, en principio, coinciden en lo económico).

Algo huele raro en la Dinamarca Sudamericana, una suerte de transición con tensiones de destino impredecible, en la que los oficialismos deben actuar con delicadeza y cintura política, porque las demandas ciudadanas de nuestros países, más allá de la inclinación ideológica con la que pueden interpretarse, no están dispuestas a una extensa paciencia por respuestas atinadas. Uno se pregunta qué tipo de respuestas es la que anhelan, al tiempo que espera que no sean del tipo chileno, que apunta a un litigio internacional para descomprimir este caldeado momento en la América del Sur.

La mirada externa

Observaciones

Conociendo los requisitos que deben cumplir los clubes para descontar los aumentos de tarifas, el verdadero ganador, atento a la nota de El País, es el cine argentino que logra que el título de una de nuestras películas sea conocida por el público español sin mayores explicaciones. Esto se logró como consecuencia de una decidida intervención estatal de fomento de la cinematografía autóctona, que habilitó el desarrollo de una muy sofisticada y competitiva industria.

De no haber existido ese fomento difícilmente pudiera o pudiese nuestro país contar con la infraestructura y los recursos y medios necesarios para que tengan materialización nacional las películas que obtienen esos premios internacionales que tanto nos enorgullecen. Esto, más allá de que los grandes productores reconozcan o no los beneficios de la pretérita injerencia del Estado. Aquí creemos que lo que Mariana Mazzucato dice respecto de las inversiones a las que se debe atrever un Estado en rubros sumamente competitivos vale también para el séptimo arte.

Hay que jugarse y poner plata aunque algunas pelis sean fenomenales bodrios, de la misma manera que diversos Estados se jugaron poniendo recursos en cosas que no funcionaron hasta que obtuvieron una innovación disruptiva. Si hay irregularidades, necesario es corregirlas, pero no aprovecharlas como ventanas de oportunidad para aplicar esos repliegues bobos del Estado que tanto poco favor hacen al propio mercado nacional. Copiamos y pegamos las palabras del siempre recomendable economista coreano Ha-Joon Chang, en una muy interesante evaluación que hace del modelo económico chileno: “Si mira la historia de los países desarrollados, descubre que fueron muy corruptos (…) y a pesar de eso lograron desarrollarse. El punto es que por la amenaza de corrupción no puedes renunciar a hacer política industrial. Todo tiene riesgos, pero los países necesitan esas políticas para crecer.”

 

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