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La reconfiguración securitaria de Asia (y el resto)

Por Fredes Luis Castro

22 de novimebre de 2017

David Ignatius es lapidario a la hora de evaluar el tour de 12 días emprendido por Donald Trump en el continente asiático: “Si el acuerdo de Yalta de 1945 significó aceptar la hegemonía de la Unión Soviética en Europa Oriental, este viaje pareció validar la emergencia de China como un poder del Pacífico.” Se podría replicar a Ignatius que fue la pasividad de Obama, ante el despliegue chino en el atolón de Scarborough en el 2012, en perjuicio de los reclamos soberanos de Filipinas, el punto de inflexión que incentivó a los chinos a avanzar sobre el Mar del Sur de China, al tiempo que notificó a los aliados del águila americana sobre los límites de su compromiso. El analista del Washington Post es sentenciante y arriesga un pronunciamiento que sólo el tiempo verificará en toda su dimensión, pero es cierto que Trump validó, por omisión, el régimen político chino, en la medida que se desinteresó de cualquier pronunciamiento a favor de las libertades individuales o los derechos humanos de los habitantes del gigante comunista, decisión que lo diferencia de las homilías selectivas de sus predecesores.

 

La administración Trump, sin embargo, decidió alterar la terminología alusiva a la región asiática, sustituyendo Asia Pacífico por Indo Pacífico. En la cumbre de ASEAN celebrada en Manila, esta modificación encontró eco en las declaraciones de los departamentos de relaciones exteriores de India y Australia, que conminaron a propiciar una región Indo Pacífica abierta, inclusiva, respetuosa de la ley internacional y la libertad de navegación. La terminología tendría como titular del derecho de autor a Shinzo Abe, que en discurso brindado en el 2007 ante el Parlamento indio propuso la “Confluencia de los dos Mares”, el Índico y el Pacífico, para edificar un espacio de libertad y prosperidad a favor de una “Asia ampliada”. Pero no menos cierto es que ese mismo año, el concepto fue desarrollado por el capitán naval indio Gurpreet Khurana, en una indagación prospectiva acerca de las posibles cooperaciones marítimas entre India y Japón. En cualquier caso, fue también en el 2007 que tuvo lugar el primer encuentro del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, que reunió a representantes de Estados Unidos, Australia, Japón e India. Breve fue su existencia, como consecuencia de la retirada decidida al año siguiente por el primer ministro australiano Kevin Rudd, para preservar el comercio con China.

 

La innovación Indo Pacífica y, especialmente, la recuperación del pacto cuadrilateral, más allá de las incorrecciones políticas de Trump, revelan continuidades estratégicas de la potencia norteamericana, que reformulan el pivot/rebalanceo de la dupla Obama-Clinton (Hillary). La conformación de esta OTAN asiática responde tanto a la expansión de la Organización de Cooperación de Shanghái, a la que adhirieron India y Pakistán recientemente (con Irán y Turquía manifestando interés en el igual sentido), como a las extensiones infraestructurales chinas en Eurasia, África y Medio Oriente, a través de la Iniciativa Un Cinturón-Un Camino. Con seguridad que India es el país más satisfecho con la nueva designación, por el lugar que el logo le dispensa, y por favorecer toda acción que distraiga el progreso chino en Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka. El Diálogo del Cuadrilátero armoniza con el equilibrio de poder pregonado por Peter Varghese, rector de la Universidad de Queensland y ex secretario del Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia, como ingeniería destinada a estabilizar la región asiática en “un momento de agitación estratégica”, con roles esenciales a cargo de su patria, India y Japón, y a la expectativa del amparo estadounidense. Esta materia fue explorada en el white paper de Defensa australiano del 2013, en el que se subrayó el carácter estratégico del arco que conecta los océanos Índico y Pacífico a través del sudeste asiático.

 

La convocatoria del Secretario de Estado Rex Tillerson para que los “poderes democráticos” de la región del Indo Pacífico, hacia la que “el centro de gravedad global está desplazándose”, alcancen mayor compromiso y cooperación goza de importantes antecedentes. Esto se traduce en una multiplicación de ejercicios militares conjuntos de las fuerzas norteamericanas con sus pares de India. Si como muestra sirve un botón, los ejercicios navales Malabar de este año, realizados anualmente entre Estados Unidos, India y Japón, fueron los más sofisticados hasta la fecha, incorporando, como dato inédito, portaaviones de las tres armadas. El énfasis americano en una coalición de identidades democráticas, es un llamado de atención a los países más o menos autoritarios de la región, que bien pueden conjeturar cierta resignación de Washington a su integración en la órbita china. Algo similar pueden razonar las democracias que no son tenidas en cuenta en este singular G4, acaso por ser juzgadas como derivas meramente formales del sistema patentado por los atenienses centurias atrás.

 

Nuevamente, destaca Shinzo Abe como promotor de una “diamante de seguridad democrática en Asia”, tal como redactó en un artículo del 2012. Allí alertó sobre la mutación del Mar del Sur de China en un “lago de Beijing” y anticipó la voluntad de su país de actuar como una “democracia marítima madura”. Ofertó una estrategia para armar, sobre la base de un diamante que custodie los bienes comunes marítimos que originan en el Océano Índico y alcanzan las aguas del Pacífico occidental, con puntos de apoyo en Australia, India, Japón y el estado de Hawai. Insensible a sus antecedentes coloniales, alentó a integrar a Gran Bretaña y Francia en el sistema securitario asiático. El almirante Christophe Prazuck, jefe de la marina francesa, no espera invitación alguna porque, afirma, Francia “vive en la región Indo Pacífica”, a raíz del millón y medio de compatriotas que habitan en Nueva Caledonia y la Polinesia gala. Reconoce un cambio radical en el paisaje estratégico, en parte por un progreso militar chino que dio lugar, tan sólo en los últimos cuatro años, “a la construcción de una fuerza naval equivalente de toda la Armada francesa”.

 

Francia, señala el almirante, es titular de la segunda zona económica exclusiva más grande del planeta (con 2.5 millones de kilómetros cuadrados de dicha zona en el Océano Índico), detrás de Estados Unidos, lo que explica la prioridad que le otorga a su fuerza de submarinos, que construye a razón de uno por año desde 1989. Recientemente cerró un acuerdo con Australia, titular de la tercera zona económica exclusiva más extensa, para proveerle 12 submarinos en un negocio de casi 35 mil millones de euros. El radical cambio del paisaje estratégico sirvió, del mismo modo, para que la fabricante de aeronaves francesa Dassault Aviation venda 36 aviones de combate Rafale a la India en el 2016, mientras compite para proporcionarles otros 36 aviones. A su vez, Francia participa en la construcción de seis submarinos para la marina india y disputa el negocio de otros 6 submarinos avanzados para el país continente. Los galos creen en el concubinato de geopolítica y negocios.

 

El fortalecimiento militar indio tiene en cuenta la penetración china en el Sudeste Asiático, y las regulares visitas que sus fuerzas navales hacen a los puertos de Karachi y Colombo. La base militar instalada en Yibuti, en el Cuerno del África, primera de China en el extranjero, punto estratégico en el acceso al mar Rojo desde el Océano Índico, conmina a no bajar la guardia. Pero como bien indica Sam Bateman, investigador del Centro Nacional Australiano de Recursos Marinos y Seguridad, en el pensamiento estratégico de India no ha perdido vigencia el legado de Kavalam Madhava Panikkar, diplomático que alentó decisiones autónomas de las injerencias occidentales. Bateman recuerda que la adquisición de submarinos nucleares y el empoderamiento vía portaaviones por parte de India, fueron resueltos a partir de intervenciones norteamericanas en Asia, de las que los compatriotas de Deepak Chopra no quieren ser damnificados en el futuro. Bateman sugiere que el acercamiento de Dheli a Washington es una “distensión” más bien oportunista y de corto plazo por parte de India, que carece de garantías en su visión regional de largo plazo, en la que no conciben, como no lo hacía Panikkar, un papel protagónico para Estados Unidos. Si hemos de creer a Sputnik, tropas rusas e indias llevaron a cabo este año los ejercicios militares más ambiciosos en la historia de estos dos países, dato revelador del pícaro y “líquido” pensamiento estratégico indio.

 

Como se explicó, el empleo del término Indo Pacífico goza de antecedentes y predicación en la región significada. El hecho de que Estados Unidos adopte los términos preferidos por los estrategas y decisores de estas geografías informa sobre el cambio sistémico que experimenta el orden global.

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